“La última pregunta se formuló por primera vez medio en broma el 21 de mayo de 2061...” Así inicia Isaac Asimov uno de sus relatos más brillantes. En él, la humanidad confía su destino a Multivac, una supercomputadora titánica y omnipresente encargada de resolver desde la economía global hasta el enigma de la entropía.
Aunque todavía estamos lejos de conectar nuestra conciencia a un servidor galáctico, México acaba de dar un paso decisivo para construir su propio “nieto” de Multivac. Y si bien no revertirá el fin de los tiempos, tendrá la misión de descifrar enigmas locales igual de complejos: huracanes, cosechas y, por supuesto, impuestos.
Recientemente se anunció un hito científico nacional: la creación del nuevo Centro Mexicano de Supercómputo, un proyecto que instalará en nuestro territorio la máquina más potente de América Latina.
Pero para entender la magnitud de este gigante de silicio primero debemos mirar hacia una capilla desacralizada en Barcelona, donde habita su hermana mayor.
El espejo catalán: MareNostrum 5
Imaginemos un gigantesco salón blanco luminoso y minimalista; en el centro de la nave, una caja de cristal futurista llena de luces y fibra óptica. Es el Barcelona Supercomputing Center (BSC), hogar de la MareNostrum 5. No es ficción: es un símbolo de la ciencia y la tecnología de vanguardia, donde la arquitectura limpia y abierta pretende democratizar la vista del poder computacional.
México ha firmado una alianza con este centro. Mientras nuestros ingenieros construyen nuestra propia infraestructura —tarea de unos 30 meses— tendremos las llaves de este bólido catalán. A partir de enero de 2026 científicos mexicanos podrán conectarse remotamente a la MareNostrum 5. ¿Su poder? Una bestia de 314 petaflops (314 mil billones de cálculos por segundo). Para igualarla, cada ser humano en la Tierra tendría que hacer una operación por segundo, sin dormir, durante más de un año.
De la ficción a la soberanía de los datos
En Asimov, Multivac guardaba la información de la humanidad. En la realidad quien tiene los datos tiene el poder. El proyecto mexicano no es un capricho de hardware, es un ejercicio de soberanía.
En el ranking mundial TOP 500 las supercomputadoras son los nuevos portaaviones. Estados Unidos tiene a El Capitán; Europa a LUMI. Al aspirar a una capacidad similar a la MareNostrum 5 México busca colarse en el exclusivo club de las 15 computadoras más potentes del planeta, dejando atrás a la competencia regional (lo sentimos, Brasil, pero la Santos Dumont quedará pequeña). ¿Para qué queremos tal cerebro electrónico? Asimov diría que para responder las grandes preguntas. El gobierno mexicano tiene búsquedas más pragmáticas.
Los tres jinetes del petaflop
La primera misión de nuestro Multivac tropicalizado será luchar contra el caos climático. En un país abrazado y golpeado por dos océanos, la nueva supercomputadora creará modelos meteorológicos de altísima resolución. No se trata solo de saber si lloverá, sino de simular además con precisión quirúrgica la trayectoria de un huracán, permitiendo evacuar zonas con días de antelación. Es el “gemelo digital” de la Tierra: una copia virtual de nuestro territorio para ver el desastre antes de que ocurra.
El segundo uso es digno de una distopía burocrática que hubiera hecho sonreír a Asimov: la inteligencia fiscal. La máquina procesará volúmenes masivos de datos de aduanas y del SAT. Un ojo que todo lo ve, capaz de cruzar millones de facturas y transacciones en segundos para detectar corrupción o evasión. Si Multivac podía calcular la energía estelar, su “nieto” mexicano calculará quién no paga el IVA.
El tercer pilar es la vida misma: desde diseñar fármacos hasta gestionar la agricultura. La computadora analizará millones de imágenes satelitales para indicar dónde plantar y cómo optimizar cosechas. Es la tecnificación del campo llevada al extremo del Big Data.
Finalmente, hay un componente cultural vital. La mayoría de los grandes modelos de lenguaje (como el de ChatGPT) “piensan” en inglés y traducen. La colaboración con Barcelona incluye el proyecto ALIA para entrenar inteligencias artificiales nativas en español y lenguas cooficiales. Tener una supercomputadora propia nos permite entrenar estos modelos con nuestra cultura y modismos, evitando que la “mente” del futuro tenga solo sesgos anglosajones. Es, en esencia, enseñarle a Multivac a hablar con ñ.
La penúltima pregunta
En el relato, generaciones preguntan a Multivac cómo revertir la entropía. La computadora siempre responde: “DATOS INSUFICIENTES PARA RESPUESTA ESCLARECEDORA”.
México está a punto de encender su antorcha en la oscuridad del procesamiento de datos. Quizá no resuelva la entropía universal ni el tráfico de la CDMX (eso sí sería ciencia ficción), pero nos dará capacidad para mirar nuestros problemas con una lupa de 314 mil billones de aumentos.
Estamos construyendo un cerebro de silicio para entender nuestro corazón social. Tal vez dentro de unas décadas, cuando un niño mexicano pregunte a la máquina: “¿Cómo salvamos el mundo?”, esta ya no responda que los datos son insuficientes. Tal vez nos diga por dónde empezar.
México: un cerebro de 314 petaflops
México entrará al Top 15 mundial de las supercomputadoras más potentes. El modelo base es la MareNostrum 5, que actualmente ocupa el puesto once global. Solo existen entre diez y doce máquinas de este calibre en todo el planeta. México se une a la élite tecnológica junto a potencias como EU, Japón y Finlandia. Su potencia será de 314 petaflops (314 mil billones de operaciones por segundo). Se clasifica como “pre-exascale”, el nivel justo antes de las máquinas más poderosas que existen. Es una tecnología de vanguardia que supera la infraestructura de muchos países desarrollados. México arrebata el liderazgo indiscutible en América Latina a Brasil (y su Santos Dumont). Representa un salto cuántico, siendo muchas veces más potente que la anterior líder regional. Convierte al país en el nuevo centro de gravedad para el cálculo de alto rendimiento en la región.

