MÉXICO Y LOS MIGRANTES

Sergio Sarmiento
Columnas
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La trágica muerte de 39 migrantes en una “estancia provisional” del Instituto Nacional de Migración (INM) en Ciudad Juárez —que no era más que una cárcel ilegal— nos obliga a revisar la política migratoria de nuestro país. México ha tenido siempre una legislación restrictiva en materia migratoria. Esto se manifiesta en el hecho de que menos de 1% de la población de nuestro país nació en el extranjero, contra 14% que registra Estados Unidos y 23% de Canadá. Muchos más extranjeros vivirían en México si nuestra política migratoria no fuera tan cerrada.

En los últimos años, sin embargo, hemos visto un creciente número de migrantes, la mayoría ilegales, que no necesariamente quieren permanecer en nuestro país, sino entrar a EU. El flujo empezó ya hace años, pero ha aumentado notablemente en este gobierno. Una de las razones fue una declaración del presidente López Obrador, cuando era todavía mandatario electo, en octubre de 2018, en el sentido de que al asumir el poder iba a “ofrecer empleo, trabajo, a migrantes centroamericanos (…); el que quiera trabajar en nuestro país va a tener apoyo, va a tener una visa de trabajo”. La idea era que no se puede “atender el asunto solo con deportaciones o con medidas de fuerza, sino dando opciones, alternativas”.

El presidente tenía y tiene razón, pero sus políticas ya como mandatario han sido contrarias a lo que prometió. No solo no ha ofrecido empleos a los migrantes, sino que ha empleado a la Guardia Nacional (GN) para perseguirlos.

La apertura migratoria que proponía AMLO era correcta. La migración tiende a aumentar el crecimiento económico. La idea de los conservadores de que los extranjeros llegan a un país a tomar los empleos de los nacionales no considera el número de nuevos puestos de trabajo que generan. La prosperidad de países como Canadá y EU se debe en buena medida a su apertura a la inmigración. Nuestra pobreza es producto en parte de nuestra mezquindad ante los migrantes.

Recuperar ideas

La tragedia de la estancia provisional de Ciudad Juárez de este 27 de marzo es en buena medida un accidente, como tantos otros en nuestro país, generado por la falta de aplicación de protocolos de seguridad. Esta misma negligencia la vemos en escuelas y todo tipo de instalaciones públicas y privadas. Lo que no es un accidente es la política migratoria que llevó a tener a decenas de extranjeros recluidos en una cárcel ilegal, sin medidas de protección civil, a pesar de que no habían cometido ningún delito y sin que mediara la orden de un juez.

Ya no está Donald Trump en la Casa Blanca para doblar al gobierno mexicano y obligarlo a perseguir migrantes con militares de la GN. Es momento, por lo tanto, de recuperar las ideas que el propio presidente ofreció antes de asumir las riendas del gobierno. No se trata de abrir las puertas de par en par a quien quiera venir, pero sí de adoptar políticas sensatas de migración, que permitan a más extranjeros llegar y establecerse en nuestro país, con los beneficios que esto implica para la economía; y sobre todo de respetar los derechos humanos de quienes de una forma u otra ingresan a México.

La GN debe utilizarse para perseguir a los criminales que trafican con drogas y llevan violencia a nuestras comunidades, pero no para acosar y extorsionar a migrantes que solo quieren la oportunidad de trabajar. Si los migrantes no hubieran estado recluidos en una cárcel ilegal en Ciudad Juárez la tragedia no habría tenido lugar.