MINIMANUAL DE ESCRITURA (4)

“Hallar maneras nuevas de contar sin sacrificar la simpleza”.

Mónica Soto Icaza
Columnas
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La honestidad es la madre del éxito de una historia. La honestidad en el planteamiento, en el estilo de escritura, en la lealtad y gratitud hacia quien lee tus textos.

¿Has pensado en el privilegio que implica que alguien invierta su dinero y su tiempo en tus letras? El tiempo es la vida. Cada vez que alguien se abstrae en tu libro te está dedicando y regalando parte de su vida; por eso necesita recibir de ti lo mejor que seas capaz de darle y mucho más: la vida es demasiado corta como para leer textos creados sin desafío a la mediocridad.

Hay autores, como Stephen King, que sugieren utilizar el lenguaje menos rebuscado posible, las palabras más espontáneas, la estructura de la oración menos complicada (eso es: sujeto+verbo+predicado), el “lenguaje más directo y cotidiano”. En su libro Mientras escribo lo explica así: “Poner al vocabulario de tiros largos, buscando palabras complicadas por vergüenza de usar las normales, es de lo peor que se le puede hacer al estilo. Es como ponerle un vestido de noche a un animal doméstico. El animal pasa vergüenza, pero el culpable de la presunta monería debería pasar todavía más”.

La escritura pretenciosa, esa que parece más un compendio de palabras domingueras que cuento, poema, novela, ensayo, etcétera, provoca distancia entre tú y el lector, y parte del éxito de un texto (respecto del impacto en el público) es la identificación con los personajes. Esto no aplica si uno de tus personajes de novela es alguien insufrible, de las personas que aman sentirse superiores a los demás y no pierden la oportunidad de hacer alarde de su propia importancia, como tu tío Ramón (inserta aquí en el lugar de Ramón el nombre de tu conocido infumable).

Esto no significa que escribas como hablas (si crees que es buena idea escribir como hablas te reto a grabarte y luego a transcribir con exactitud tus palabras), sino que busques hasta encontrar el tono más honesto y adecuado para cada texto. Esto se consigue con práctica.

Corregir

Una estrategia para lograrlo es escribir una segunda, tercera, cuarta, quinta o más versiones del mismo texto; ya para la tercera tu cerebro tendrá que arreglárselas para no desenchufarse y para hallar maneras nuevas de contar sin sacrificar la simpleza. Recuerda que en tu subconsciente se encuentra la honestidad verdadera, tu estilo más puro; y mientras más tiempo escribas, es más probable que alcance la superficie por medio de las letras. Es un trabajo de tenacidad, paciencia y mucha tolerancia a la frustración.

En su libro El gozo de escribir Natalie Goldberg cuenta que tiene la meta de llenar un cuaderno al mes, sin importar la calidad, el tema, la lógica o la naturaleza de lo escrito, porque para ella “debes sentir que tienes permiso para escribir la mayor porquería del mundo sin que pase absolutamente nada. Vas a necesitar ensayar estilos y técnicas, así que concédete abundante espacio en blanco”.

Si escribes mucho, sin pensarlo demasiado; si reescribes también sin pensarlo demasiado, tarde o temprano será la honestidad quien tome la pluma y te presente con tu seductor, hosco, encantador, vulnerable, volátil, fúrico, simpático, antipático o gruñón estilo de escribir, ya sea para un solo texto o para el tono de tu obra en general; esa ya es tu decisión.

Y recuerda que todos, absolutamente todos los textos se pueden corregir, así que lánzate con la pluma y el papel a crear con honestidad, libertad y desparpajo.

Ya después verás qué tanto de ello se salva del fuego.