MONOPOLIOS

Competir es un ganar-ganar

Ricardo B. Salinas
Columnas
Ricardo Salinas Monopolios

Algunas ocasiones he mencionado en entrevistas o ponencias el tema de los monopolios y sus consecuencias. Como empresario, he enfrentado personalmente este problema en ciertos momentos de mi carrera y considero que es un asunto crucial. Por ello, me parece importante profundizar en este concepto debido a sus efectos claramente negativos para la sociedad y el progreso económico.

Se habla de “monopolio” cuando existe sólo una empresa que ofrece un bien o servicio en un mercado y que, debido a la falta de competencia, puede establecer el precio de venta que mejor le parezca ya que los consumidores no pueden comprarle a nadie más.

Lamentablemente, es por eso que muchas veces la calidad del producto es lo que menos le importa a la empresa y, al no tener otra opción, los clientes deben aceptar sus precios y condiciones, con consecuencias nefastas para su calidad de vida.

Desde luego, para el monopolista se trata de una gran oportunidad para aprovechar la situación y obtener “rentas monopólicas”; es decir, las ganancias extraordinarias que logran a costa del bienestar del consumidor.

Por el contrario, en los mercados competitivos existe una gran variedad de empresas que constantemente luchan por ganar más clientes, lo que las obliga a desarrollar productos innovadores, diferenciarse de la competencia y ofrecer precios accesibles. A esto le llamo el círculo virtuoso de la innovación.

Por ello, a mayor concentración monopólica en las industrias, menor desarrollo económico y mayor atraso.

Entonces, ¿por qué siguen existiendo los monopolios?

Consecuencias

Hay diversas razones por las que existen los monopolios, pero la principal es que el gobierno los tolera, o incluso los fomenta.

En México, por ejemplo, desde los años cuarenta hasta los ochenta se implementó una política llamada sustitución de importaciones, que impuso elevadas tarifas a la adquisición de una gran cantidad de productos extranjeros con el argumento de proteger a las empresas mexicanas y al empleo en nuestro país. Como consecuencia de ello, tuvimos una economía cerrada durante décadas y surgieron monopolios prácticamente en todas las industrias.

Adicionalmente, en algunos sectores fundamentales de la economía mexicana, como telecomunicaciones y medios, se creó una regulación que abiertamente favorecía el surgimiento de monopolios.

Los jóvenes de hoy no lo vivieron, pero en los “buenos tiempos” de Telmex había que esperar muchos años para obtener una línea telefónica, por lo que mucha gente prefería pagar sobornos para avanzar algunos lugares en la “lista de espera”.

Hoy esto suena totalmente absurdo porque las compañías de telecomunicaciones deben pelear a muerte por la preferencia de los consumidores y les ofrecen todo tipo de beneficios, promociones y descuentos. No hay lista de espera: simplemente acudes a un centro comercial o a un sitio web y contratas el servicio en tan solo unos minutos.

De igual forma, en el sector de medios de comunicación, la televisora que concentraba la inmensa mayoría de audiencias y anunciantes, generó durante décadas contenidos de baja calidad e información sesgada para millones de hogares que no tenían casi ninguna otra opción.

Competir es un ganar-ganar

Afortunadamente, se dieron las condiciones para competir y en la década de 1990 ganamos la licitación para participar en la televisión abierta. Fue así que terminamos con el monopolio y todos ganamos: la audiencia amplió sus alternativas de entretenimiento y de información; los anunciantes, proveedores y talento diversificaron sus opciones comerciales y laborales y las televisoras nos obligamos a innovar.

“Las empresas buscan libertad económica y sin distorsiones arancelarias”.

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Durante los años noventa, cientos de industrias dieron la bienvenida al capital privado y a la competencia y nuestra economía se abrió al mundo, con lo que México cambió radicalmente.

A nivel internacional la competencia también es fundamental: las empresas buscan establecerse en los países que cuentan con un ambiente de libertad económica y sin distorsiones arancelarias.

Desde luego, en un entorno de libre comercio, si otro país produce ciertos bienes a menor precio y de mejor calidad que los nuestros, debemos importarlos porque esto beneficia al bolsillo de los consumidores.

Por eso enfatizo: no debemos imponer restricciones comerciales en defensa de la ineficiencia.

En la medida en que desterremos los monopolios y fomentemos la apertura comercial, impulsaremos el bienestar de nuestras comunidades. Los consumidores merecen elegir cuál es el mejor producto para ellos.