Una de las asignaturas que imparto en la licenciatura de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) es Movimientos sociales. La amplia literatura sobre el tema, año con año, adiciona aspectos interdisciplinarios que van de la antropología social a la geografía y, por supuesto, a los efectos incuestionables del cambio climático.
Pero desde hace algún tiempo los encuentros multitudinarios, las convocatorias a eventos musicales, deportivos o religiosos, también se han convertido en sustancial objeto de estudio.
Nuestro país tiene una dilatada trayectoria en ese tipo de encuentros. Por ejemplo, México fue la primera sede de unos Juegos Olímpicos (1968) fuera del entonces circuito de países desarrollados; dos veces sede del campeonato mundial de futbol, así como desde 2015 sede regular de la Fórmula Uno (F1). Por supuesto, teniendo en consideración las peregrinaciones del próximo 12 de diciembre, al santuario de Nuestra Señora de Guadalupe.
Todos estos encuentros multitudinarios le exigen a las autoridades locales y federales en turno, sin distingo de orientación partidista o ideológica, una enorme responsabilidad para que las actividades se desarrollen antes, durante y después sin alteraciones o graves incidentes.
Como todas y todos sabemos, a partir del 5 de junio de 2026, por primera vez, se realizará un campeonato mundial de futbol en una sede tripartita. La inauguración será en la Ciudad de México y también la competencia tendrá sedes alternas en Guadalajara y Monterrey, así como otros nueve campos de entrenamiento.
En sentido estricto, el país será por tercera ocasión sede de la principal competencia deportiva más espectacular del planeta. Esto implica un enorme desafío en varios sentidos. El primero, la logística para la recepción de unos cinco millones de turistas, de acuerdo a los cálculos gubernamentales.
Implicaciones
Ese escenario ya ha sido utilizado por distintos actores políticos, sindicales y sociales en general. Por ejemplo, en días pasados la titular del Poder Ejecutivo federal fue interceptada por un grupo de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), que le señaló que de no acceder a sus demandas contractuales estaba dispuesto a “boicotear” el evento futbolístico. No se especificaron las medidas, pero la amenaza, tal cual, fue explícita.
Otra manifestación en el mismo sentido, aunque ajena por completo a la dinámica de un movimiento estudiantil, diversos grupos dentro de la UNAM han expresado que como medida de presión están (o estaban) considerando, de alguna manera, actuar para obstaculizar la referida justa deportiva.
Con sendos antecedentes, en medio de los bloqueos carreteros, amén de las inercias de la criminalidad organizada y común, los desafíos a las estructuras gubernamentales e institucionales rumbo al campeonato mundial de futbol son por demás complejos.
Sumemos a lo anterior la visita de dignatarios de otros países. Desde luego que para la inauguración del 5 de junio estarán el presidente de Estados Unidos, Donald Trump; el primer ministro de Canadá, Mark Carney; y la presidenta de México.
Si bien aún falta el sorteo para conocer la distribución de las selecciones de 45 países, descontado a las tres sedes anfitrionas, estas tendrán por sí mismas implicaciones estratégicas.
Seguiremos con el tema.

