EL CUADRO PERDIDO

Sergio Pérezgrovas
Columnas
CUADRO PERDIDO

El arte tiene el poder de transformar, iluminar, educar, inspirar y motivar.

Harvey Fierstein

Napoleón Bonaparte robó varias obras importantes porque, se dice, quería crear el mejor museo del mundo en París. Solamente en Italia se calcula que entre pinturas y esculturas se llevó unas 600 obras. En España hizo lo mismo y entre los cuadros más famosos estaba el de Felipe IV pintado por Diego Velázquez.

La mitad de las obras guardadas en el Louvre fueron devueltas al terminar la batalla de Waterloo en 1815. La otra mitad se quedó en Francia, incluyendo Las bodas de Caná, de Paolo Veronese.

Cuando el general enano condujo su ejército a través de Los Alpes ordenó a sus soldados que en todos los estados italianos debían entregar todas las obras de arte. El Vaticano también sufrió a causa del genio de la guerra.

Se sabe que el joven Adolf Hitler viajó a Viena a los 16 años y trató de ingresar a la Academia de Bellas Artes con la intención de convertirse en artista plástico, pero los académicos no lo aceptaron debido a su falta de talento. Fue entonces cuando decidió unirse al ejército.

Al llegar al poder, Hitler quería crear el Museo del Führer, por lo que pidió a sus generales que requisaran todo el arte posible del mundo occidental. Esto comenzó en 1933 y se estima que los nazis lograron incautar más de cinco millones de obras, entre las que se destacan El astrónomo, de Vermeer; la escultura Madonna de Brujas, de Miguel Ángel; y los paneles del Políptico de Gante, de Hubert y Jan van Eyck.

En 1943 un conservador del Museo de Boston llamado George Stout convenció al gobierno estadunidense de formar un grupo de élite para buscar los tesoros robados, en colaboración con los británicos. El proyecto se llamó MFAA (The Monuments, Fine Art and Archives Program). El grupo logró descubrir en una mina de sal en Austria un complejo de unos 138 túneles que almacenaba alrededor de 16 mil obras, además de oro y otras joyas.

Se dice que el arte contemporáneo de esa época fue mandado a quemar por Hitler, lo que incluiría obras de Picasso, Chagall y Mondrian, aunque esto no se ha comprobado y es solo un rumor persistente.

Al grupo de rescate de estas obras lo llamaron The Monuments Men y al término de la guerra continuaron tratando de recuperar obras de arte.

Hasta hace algunos años se encontraron mil 400 obras en una colección privada en manos de Cornelius Gurlitt, hijo de Hildebrand, un marchante de arte al servicio del ministro de guerra Joseph Goebbels.

Robert M. Edsel escribió un libro llamado Los hombres de los monumentos, con base en testimonios que logró reunir.

George Clooney dirigió la película The Monuments Men en 2014, basada en la obra de Edsel. La película resulta entretenida y casi se apega a la realidad, con un gran reparto y un costo de 70 millones de dólares. Pasó un poco desapercibida, pero no está mal. Debes buscarla en las plataformas disponibles.

El muro

En una vieja casona de Santa María la Ribera encontraron un cuadro escondido en una pared falsa. El problema no era el cuadro, que por cierto era de Diego Velázquez, el prognata de Felipe IV: mientras demolían una pared apareció la obra y al seguir excavando encontraron debajo de esta el cuerpo petrificado de un hombre. Su ropa era propia de un oficial de la SS de los cuarenta y no había ninguna explicación para su presencia.

Llamaron a Tristán porque parecía ser un crimen sin resolver. Cuando entró al lugar supo que el oficial en cuestión era, efectivamente, de las fuerzas nazis. Realizando una investigación fotográfica descubrió el nombre de ese hombre, quien llevaba más de 80 años oculto en la pared.

El cuadro, según los expertos, era original, de la década de 1600. También se enteró de que unos españoles judíos eran los dueños del predio, todos ya fallecidos. En su investigación dio con una pareja de descendientes de esos españoles, de apellido Sotomayor, dos hermanos de unos 65 años. A ella le llamaban Pipa y le contó la historia del cuadro que sería su herencia si lo encontraban, así como la forma en que habían encerrado detrás de un muro de la casa a un oficial nazi de apellido Müller. El cuadro fue devuelto al Museo del Prado, estimándose que su valor era de unos 56 millones de pesos.