UN NO TAN NUEVO FRENTE DE BATALLA

Lucy Bravo
Columnas
Frente de batalla

A una semana del peor ataque terrorista que se ha vivido en Rusia en décadas, el cual dejó 137 muertos y más de 140 heridos, la guerra de narrativas se ha convertido en un nuevo frente de batalla entre el Kremlin y Occidente.

El sangriento ataque no solo expuso profundas vulnerabilidades en los servicios de seguridad e inteligencia de ese país, sino que también abrió la puerta para que Vladimir Putin apunte el dedo directamente a Ucrania y sus aliados.

Si bien el atentado pudo haber sido llevado a cabo por el grupo extremista Estado Islámico (EI), el líder ruso no parece interesado en perseguir esa línea de investigación. De hecho, no debería sorprendernos si en los próximos días vemos una intensificación de la represión interna contra la disidencia y una escalada de la ofensiva contra Ucrania.

Pero basta con revisar sus antecedentes para entender que Putin no se siente cómodo ante una crisis como esta y a menudo lo vemos desaparecer del escenario en los momentos más tensos de su gestión. Aunque eso no significa que su respuesta no será virulenta después.

No es ningún secreto que el líder ruso vive una vida bastante aislada. Es más: rara vez hace apariciones en público, salvo cuando se trata de algún evento propagandístico.

Pero en momentos de crisis o de amenazas a la seguridad de su país el líder ruso se muestra llamativamente ausente. En 2000 su respuesta a la tragedia del submarino Kursk fue duramente criticada. También en 2004 pasaron más de 24 horas tras la toma de rehenes en una escuela de Beslán donde murieron 186 niños, para que Putin se pronunciara. Y el año pasado, cuando Yevgeny Prigozhin, líder del grupo mercenario llamado Wagner, marchó hacia Moscú en su golpe de Estado fallido, Putin brilló por su ausencia durante varias horas.

Locura

En esta ocasión se tomó 19 horas para dar un breve mensaje televisivo en el que habló sobre la falla masiva de inteligencia en Moscú. Pero poco tardaron los medios oficiales rusos en dar su propia versión. De hecho, la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, Maria V. Zakharova, dijo que Occidente estaba señalando al EI para quitarle la culpa a Ucrania.

Pero esta guerra de narrativas no es nada nuevo. De hecho, mucho antes de que los tanques rusos cruzaran la frontera ucraniana el Kremlin había librado su guerra a través de la propaganda.

Pero este ataque extremista reveló algo mucho más preocupante. El grupo terrorista EI puede estar buscando recuperar su reputación. Desde el inicio de este año las redes sociales del EI se han adjudicado al menos 100 ataques en África, Oriente Medio y Asia. De acuerdo con fuentes de inteligencia estadunidenses a lo largo de 2023 el grupo ha reconstruido sus células y, al parecer, ahora se siente más confiado para retomar sus actividades terroristas. Una muestra más de las consecuencias de un mundo en desorden en el que las fuerzas del caos se aprovechan de los conflictos existentes para avanzar su propia agenda.

Ya sea la guerra rusa en Ucrania, el conflicto entre Israel y Hamás o el aparente resurgimiento del EI, la locura de cualquier noción o ideología que incite a la violencia no le impide afianzarse en los seres humanos. Y si algo nos ha demostrado la historia es que las guerras se libran en la mente de hombres y mujeres mucho antes de que comiencen los disparos. Aunque en ese momento ya es demasiado tarde.