NOTA ROJA

Sergio Sarmiento
Columnas
NOTA ROJA

El presidente López Obrador afirma que el único problema de inseguridad que tiene nuestro país en este momento es el que provocan los medios de comunicación. El pasado 2 de abril afirmó en su mañanera: “Y los medios de manipulación, así como ahora, que todo es nota roja, todos los medios, con excepciones honrosas, pura nota roja. Porque siempre, también, la derecha y el conservadurismo han utilizado el miedo”. Un día antes había dicho: “Nunca, nunca en la historia habíamos escuchado o visto en la televisión o leído en los periódicos tanta nota roja”.

Yo tengo otros datos. He trabajado en medios de comunicación desde 1971, hace 53 años, y le puedo decir al presidente que siempre ha habido nota roja y que hoy no estamos ni siquiera cerca de los tiempos de auge de Alarma!, en los sesenta y setenta, ni del programa de televisión Ciudad Desnuda de los noventa.

Pero no solo los medios sensacionalistas han divulgado nota roja durante décadas, sino también los periódicos y noticiarios tradicionales de radio y televisión. ¿Por qué? Porque una de las razones fundamentales de ser de los medios de comunicación es informar a sus lectores y público de todo aquello que más les interesa; y desde que hay medios de comunicación, desde los viejos pregoneros de las plazas públicas hasta los medios digitales de hoy, lo que más ha interesado a la gente es conocer la información sobre la delincuencia.

Es falso también, por supuesto, que todos los medios estén dedicando hoy sus contenidos a la nota roja. La cobertura sigue siendo tan diversa como siempre: desde el Tren Maya hasta los problemas financieros de Pemex; desde las campañas electorales hasta los incendios forestales; desde el campo de golf de Huatulco hasta los problemas legales de Donald Trump. Y ahí está siempre la cobertura que todos ofrecen sobre la mañanera del presidente.

Realidad

La información sobre la violencia genera también un enorme interés. Ha sido el caso, en los últimos días, de los secuestros de familias enteras en Sinaloa y Nuevo León; del asesinato de la niña Camila, de ocho años, en Taxco, Guerrero; y del salvaje linchamiento de Ana Rosa Díaz Aguilar, presunta responsable de ese homicidio. Lo mismo ocurrió con el asesinato de Gisela Gaytán, candidata de Morena a la alcaldía de Celaya, Guanajuato. Ningún periódico o emisora de radio o televisión puede darse el lujo de censurar estos acontecimientos, porque la gente los busca para informarse de ellos.

Un medio de comunicación tiene la obligación de entregar a su público la información que necesita o le interesa. Aquellos que no lo hacen registran una declinación de su circulación o de sus índices de audiencia. El propio presidente ha expresado su creencia en la libertad informativa. En 2014, cuando militaba todavía en las filas de la oposición, cuestionó las iniciativas que buscaban controlar la información en medios digitales: “Sería el colmo —dijo— que censuraran el internet. ¿Qué no les basta el control omnímodo que ejercen sobre los medios comunes de información?”

El problema es que, como su amigo Trump, López Obrador está convencido de que “los medios de información son en realidad el enemigo del pueblo”. Para ellos los medios “buenos” son los que aplauden; y los malos, casi todos, los que hacen labor de investigación e información. Sin embargo, Reuven Frank, el legendario director de noticias de NBC, entendía las cosas de otra manera: “Noticia es lo que alguien quiere suprimir. Todo lo demás es publicidad”.

Al presidente le gustaría que los medios presentaran una visión edulcorada de la realidad. Su mañanera de este 4 de abril comenzó con un anuncio: “Acaban de hacer una encuesta creo de 140, 150 países, y México está en el lugar 20, 25 en felicidad”. Para él no hay ninguna duda: “La mayoría del pueblo de México está contenta, feliz, feliz, feliz”.