El Partido Acción Nacional (PAN) está vivo, está consciente; con sus virtudes y sus defectos, con el amor de millones y el desamor de los chairos.
Sí, ese partido que sacó al PRI de 70 años en Los Pinos. El partido del empresariado y de la clase media. El partido del presidente Felipe Calderón, quien emprendió por primera vez la lucha contra el crimen organizado en México y tuvo la visión de lo que podría suceder si no se le combatía.
Ese PAN ha decidido construir una nueva plataforma incluyente al abrirle las puertas de par en par a las candidaturas ciudadanas.
Caminaron del Frontón México al Ángel de la Independencia, como un símbolo de libertad, como un mensaje de poder y capacidad frente al Estado; como un reto al statu quo que pretende destruir todo lo que no sea color guinda ni se ponga de rodillas.
Estuvieron caras y nombres frescos como la poblana Carolina Beauregard; Noemí Luna, actual diputada federal; Luisa Gutiérrez, presidenta del PAN CDMX, y Daniela Álvarez, presidenta del PAN Chihuahua, quien denunció las clínicas móviles de Andrea Chávez y sus actos anticipados de campaña.
Alcaldesas y alcaldes con miras a gobernar sus estados, como Ceci Patrón en Mérida, Miguel Varela en Zacatecas o Antonio Astiazarán en Hermosillo, vinieron al centro del país a darle fuerza al PAN. También estuvo el líder nacional de los alcaldes, Mauricio Tabe, quien ha demostrado con su trabajo en Miguel Hidalgo que no se conforman con simples claras, que sirven la proteína política completa, como debe ser (huevos enteros).
En fin, un PAN sin PRI es lo que marca el destino. Que sea para el bien de todas y de todos. México se lo merece.
Bien merecido
Quien también se lo merece es el Tren Maya y sus impulsores. Sí, se merecen la dura condena por ecocidio y etnocidio que emitió el Tribunal Internacional de los Derechos de la Naturaleza.
La larga sentencia responsabiliza al gobierno mexicano por la violación de los derechos de la naturaleza y de los derechos colectivos del pueblo maya. ¡Sópales!
Entre las tropelías señaladas están fragmentación del territorio y pérdida de conectividad ecológica; deforestación de más de once mil hectáreas de selva y daños irreversibles a sistemas de cuevas; impactos negativos sobre manglares y otros ecosistemas; presencia militar que aumenta la vulnerabilidad de las comunidades mayas y dificulta el acceso a la justicia; y un largo etcétera.
Estilo mata carita
Para terminar, los invito a ver en @LaOtraVerdadMx los testimonios de acapulqueños a dos años del huracán Otis, que siguen damnificados y olvidados.

