PROFESIONALIZAR LA AUTOPUBLICACIÓN (4)

Autopublicación
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Pusiste el punto final de tu libro y sientes que no cabes de alegría. ¡Lo lograste! ¡Felicidades! Ya has terminado la etapa fundamental del proceso. Ahora vienen las fases de edición y corrección; menos glamorosas, igual de importantes.

Estos momentos del proceso de darle vida a un libro tienen potencial de convertirse en tu peor pesadilla si los enfrentas desde el enamoramiento profundo hacia tu obra: si te vas a dedicar a ser tu propio editor, tu propia correctora de estilo, entonces necesitas aprender a evitar que el enamoramiento te ciegue ante las evidencias, como cuando no quisiste ver los celos obsesivos de tu ex a pesar de las mil advertencias que siempre estuvieron ahí.

Si tu libro no funciona, lo mejor es aceptarlo, aprender y ponerle remedio. Sin apasionamientos. No es un fracaso, es parte del desarrollo creativo y no hay absolutamente ningún escritor que jamás haya tenido que desechar hasta novelas enteras antes de publicar algo que sí lo enorgullezca (yo experimenté un caso extremo con mi nueva novela Si te matara, te haría un favor, de la que existieron unas cinco versiones en 17 reescrituras y más de dos mil cuartillas desechadas; o El beso de Ishtar, que en el proceso de edición perdió 50 páginas).

Una estrategia muy efectiva para la autoedición es leer tu libro completo en voz alta, grabarte y escucharte. De esta forma te darás cuenta si tiene armonía, si las combinaciones de palabras suenan bien, si se entiende sin equívocos, si transmite justo lo que quieres. Si consigues a un pobre incauto amigo que lea respetando tildes, comas, puntos, ritmo y con buena dicción, pídele que sea quien lea en voz alta para que corrijas en tiempo real.

Si detectas cacofonías, dobles sentidos involuntarios, si no fluye, si resulta que el suceso del capítulo cinco no tiene justificación o de pronto un personaje utiliza palabras que no combinan con su edad, ocupación, nacionalidad, estrato social, etcétera, quiere decir que tu libro necesita más tiempo de atención a los detalles. Recuerda lo que escribió Juan José Millás en su novela El mundo: “Concibo la escritura como un trabajo manual. Cada frase es un circuito eléctrico. Cuando accionas el interruptor, la frase se tiene que encender. Un circuito no tiene que ser bello, sino eficaz. Su belleza reside en su eficacia”.

Alma

Por otro lado, está muy de moda el debate de la utilización de la Inteligencia Artificial (IA) para corregir ortografía, redacción y hasta para reescribir párrafos. Como en toda transición tecnológica, hay quienes apoyan la moción, hay quienes no, y hay quienes prefieren no pensar en eso en aras de conservar la salud mental.

Mi punto de vista y recomendación es que, como nuestras hermosas neuronas siguen un principio de “todo o nada”, y lo que no se ejercita se debilita o pierde, es importante no quitarles habilidades solo para hacer más rápido el proceso de tener el libro terminado.

Creo que el sacrificio del ejercicio intelectual no vale la pena: es mejor que seas tú quien reescriba diez veces, si es necesario, un párrafo que no termina de convencerte, a que lo dejes en manos de una máquina y, en vez de generar sinapsis nuevas, alimentes algoritmos.

Sí, ya transmuté en la señora cascarrabias en la que jamás creí convertirme, lo sé, pero editar un libro es mucho más que ortografía y gramática impecables, incluso más que estructuras novedosas y fórmulas literarias probadas. Es poner el conocimiento y experiencia de vidas enteras al servicio de un texto lo que proporciona espíritu, alma y magnetismo a las historias.

Otra vez ya se me agotaron los caracteres (y hasta me pasé un poco de la raya), así que nos leemos en 15 días.

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