Desde que la Cámara de Representantes de Estados Unidos, aunque con fuertes resistencias de los legisladores afines a Donald Trump, aprobó un apoyo de casi 69 mil millones de dólares para Ucrania a inicios de junio pasado la certeza de que ese conflicto se prolongaría quedó fuera de duda.
Iniciada el 24 de febrero de 2022, la invasión de Rusia a ese país parece haber llegado a un punto donde las capacidades militares convencionales de cada bando no logran imponerse al enemigo.
Sin embargo, las conclusiones de la reunión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) llevada a cabo los días 9 y 10 en Washington reafirman, y de manera preocupante, que el compromiso político y militar con Kiev es una rotunda decisión: se aprobó para 2025 un formidable apoyo económico y logístico militar de 43 mil millones de dólares, que sumados a los 69 mil solo de Estados Unidos, suman 112 mil millones de dólares.
Para Rusia se trata de una extraordinaria presión económica para poder seguir financiando una invasión. Una situación muy cercana a lo que llevó, entre otras razones, al colapso de la Unión Soviética a no poder seguir financiando la carrera armamentística frente a Estados Unidos.
Sobre este mismo aspecto del financiamiento hay que señalar que desde el inicio de la invasión la transferencia de ayuda a Ucrania desde la OTAN ascendió a 40 mil millones de dólares hasta diciembre del año pasado.
Escenario
Por otra parte, se crearon diversas Unidades y Organismos desde la estructura de la OTAN para con ellos buscar la homogeneización en la doctrina y pensamientos militares, el adiestramiento de los soldados ucranianos, así como el manejo estándar de apoyo a las poblaciones afectadas por la guerra.
Y de estas determinaciones se desprende el fundamental e histórico acuerdo de que el “ingreso de Ucrania a la OTAN es irreversible”. De hecho, para agilizar el proceso se designó a un representante permanente de la organización en Kiev. Cabe destacar que por procedimientos internos de dicha estructura militar multilateral los acuerdos son adoptados de manera unánime.
Hasta el momento no ha habido una respuesta oficial por parte de Rusia o del gobierno de Vladimir Putin, pero debe considerarse que uno de los principales argumentos para que su país invadiera Ucrania era justo impedir su ingreso a la OTAN.
El breve pero complejo cuadro aquí descrito no deja lugar a dudas de que la guerra no solo se prolongará, sino que se incrementarán las capacidades de destrucción y, por supuesto, de mortales afectaciones a la población civil inocente. Un sombrío escenario, que va mucho más allá de si gana o no Trump o Joe Biden o cualquier otro líder de la Alianza Atlántica.
Pero ¿y qué tiene que ver todo lo anterior con México? Pues mucho. En primer lugar, por su ubicación geográfica. La frontera con Estados Unidos se vuelve en estas condiciones de ampliación cronológica de la invasión rusa en un punto crítico de seguridad para ese país y para sus socios de la OTAN. En segundo lugar, los dos principales socios comerciales de México, es decir, el mismo EU y Canadá, también forman parte de la OTAN y es muy probable que ante el agravamiento de la guerra soliciten algún apoyo, compromiso o decisión al nuevo gobierno mexicano.
Debemos prepararnos para ese escenario. Ahí el papel de la doctrina y pensamiento militares de nuestro país jugarán una función clave para procesar la situación.
Lo mismo puede señalarse respecto de la política exterior de nuestro país ante un escenario latinoamericano siempre convulso y en efervescencia, que en muy poco contribuye a apaciguar el entorno mundial.