A propósito del encuentro en Alaska para negociar las condiciones de paz en Ucrania, vuelve a discutirse la relación personal entre Vladimir Putin y Donald Trump. No hay duda de que originalmente parecía haber una dinámica positiva entre ambos, especialmente en la inclinación personal del mandatario estadunidense hacia el ruso.
El presidente de Estados Unidos desde el inicio de su primer mandato manifestaba una extraña simpatía por el régimen ruso y hasta por el estilo de liderazgo autocrático de Putin. Incluso llegó a hablarse de conflicto de intereses, por las actividades empresariales de Trump en Rusia, y eso sin referirnos a la demostrable intervención rusa en las elecciones presidenciales estadunidenses de 2016.
Con todo, al parecer en fechas recientes hemos visto la decepción de Trump respecto de la figura de Putin que anteriormente admiraba. Trump suponía que toda cuestión de política exterior se reducía a una buena interacción personal entre mandatarios. Sin embargo, ha visto que sus mejores intenciones por quedar bien con Putin a expensas de Ucrania y el presidente Volodimir Zelenski no se tradujeron en una mayor disposición de Putin por alcanzar la paz. ¿A qué se debe esa indisposición de Putin a pesar de que las condiciones que se le ofrecen son muy favorables?
Esquema operativo
Formulo aquí una hipótesis. Nunca debemos olvidar que, con independencia de que se exagera la importancia de su función personal en la organización, Putin se formó política y burocráticamente en la KGB. Tiene la mentalidad propia de un servidor público de las agencias de inteligencia (un espía), con la particularidad de que se trataba de una institución de espionaje de la URSS. En otras palabras, un aparato burocrático del sistema comunista inspirado en el marxismo-comunismo.
En la tradición marxista el sistema internacional liberal, así como los sistemas parlamentarios a escala nacional, son un instrumento de engaño y explotación de la burguesía. Consecuentemente, transigir y negociar con ellos es no solo indebido, sino estéril. El interlocutor no es confiable; por tanto, está bien visto reventar las negociaciones con esos actores en el último minuto a fin de extraer concesiones mayores a las originalmente planteadas. Así operaban los partidos comunistas en los parlamentos de las democracias de Europa Occidental y así trabajaba la URSS en los foros internacionales.
Es el esquema operativo de Putin también, pero Trump sigue pensando que toda negociación es un arreglo empresarial cuyo éxito se mide en términos de lucro financiero. Cuando la lógica de negocios de Trump choca con la lógica marxista de Putin en lo referente a negociaciones, el arreglo se vuelve muy complejo. No es imposible, pero da la impresión de que más bien si Trump se empeña en obtener un acuerdo de último minuto para ganar fichas en su búsqueda del Premio Nobel de la Paz, será Putin quien logre las mejores condiciones.
Siempre es posible que Trump tome conciencia de esta diferencia estructural en la concepción de las negociaciones. Si lo hace, es de suponer que modificaría su estrategia. No obstante, parece más bien que lo que le urge es quitarse la preocupación de la guerra en Ucrania y presumir a su electorado una victoria en el escenario internacional logrando la paz, sin importar las condiciones.
Entretanto, Putin, con su lógica de exagente de la KGB, parece encaminado a lograr el éxito con este arreglo de paz en detrimento de los ucranianos. Por eso importa tanto que el presidente de la superpotencia estadunidense tenga formación en temas políticos e internacionales. No siempre la lógica empresarial es aplicable a la política.