FÉLIX CANDELA

Sergio Pérezgrovas
Columnas
FÉLIX CANDELA

Cuando tienes tanto espacio para conquistar, la curva es la solución natural.

Oscar Niemeyer

Félix Candela decía que era mexicano nacido en España. Llegó a Veracruz en el barco Sinaia, junto con mil 800 españoles refugiados por Lázaro Cárdenas.

Nació en Madrid el 27 de enero de 1910 y estudió Arquitectura en la Escuela Superior de Madrid, donde obtuvo su grado académico en 1935 en la Academia de Bellas Artes de San Fernando.

En 1936 recibió una beca para estudiar en Alemania, pero debido a la Guerra Civil esta oportunidad se vio truncada. Se enlistó con las fuerzas republicanas y llegó a ser capitán de ingenieros.

Viajó a la Ciudad de México en 1939, dejando a su novia en la madre patria. Un año después la trajo a México y se casó con ella, con quien tuvo cuatro hijas.

Su legado incluye el uso de la geometría parabólica e hiperbólica, con lo cual consiguió cubiertas de hormigón, llamadas Hypar. Aunque no la inventó, sí la desarrolló, especialmente en México.

En 1950 fundó su empresa, Cubiertas Alas, junto con los arquitectos Fernández Rangel.

Trabajó en la construcción del Edificio Bacardí junto con Ludwig Mies van der Rohe, el más afamado arquitecto de la corriente Bauhaus. También diseñó la Bolsa Mexicana de Valores y en 1960, junto con Pedro Ramírez Vázquez, la cubierta geodésica del Palacio de Rebotes (perdón por la referencia acústica), también conocido como Palacio de los Deportes.

En 1971 se casó por segunda vez y se trasladó a vivir a Chicago, donde trabajó como catedrático en la Universidad de Illinois.

Además, fue un prolífico escritor, dejando una profunda influencia en Ramírez Vázquez y Santiago Calatrava.

Sus obras más emblemáticas en la Ciudad de México son la Iglesia del Altillo; la Bóveda Cetephiston y la Bodega Pisa, así como el Pabellón de Rayos Cósmicos en Ciudad Universitaria; la estación del Metro San Lázaro y el restaurante Los Manantiales en Xochimilco, así como el Casino de la Selva en Cuernavaca.

Aunque no participó directamente en la construcción del Templo de Santa Mónica, su influencia se evidencia en la columna principal, diseñada por los arquitectos Fernando López Cardona y Carlos Ríos López y que emula algunas de las columnas que sostienen parte del Parque Güell de Gaudí.

Sin duda, Candela fue una de las grandes contribuciones que los exiliados españoles trajeron a México al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Tal es el caso de León Felipe, quien llegó en 1922 con una carta de Alfonso Reyes que le abría las puertas entre los intelectuales mexicanos, pero sobre él hablaremos en otra entrega.

Eduardo Pacheco

Eduardo Pacheco, arquitecto, había combinado su profunda pasión con su profesión en la docencia. Trabajaba con los pederastas Lasallistas (bueno, no todos; había gente memorable) en una construcción realizada en los setenta, del famoso arquitecto Félix Candela. Una parabólica hiperbólica que se había dañado en el temblor del 17, pero no se había venido abajo. Era un convento por allá de Miguel Ángel de Quevedo.

A sus 71 años Eduardo se subió por una de las pendientes de la estructura y esta se vino abajo aplastándolo inmediatamente. La losa de hormigón, que pesaba unos 300 kilos, le cayó en parte de su estómago haciéndolo pedazos. La cara estaba intacta, pero todo el cuerpo deshecho por el madrazo. Parecía un asesinato, porque todo el cuerpo estaba mancillado, como si el perpetrador hubiera cometido un crimen con mucha saña.

Llamaron al policía ojete, Tris, a averiguar qué era lo que realmente había pasado. Cuando llegó hizo la indagatoria correspondiente. El MP, que era un reverendo pendejo, dijo que era un asesinato con lujo de violencia. Aseguró que alguien puso una pequeña bomba que destruyó parte de la bóveda y por eso el arquitecto Pacheco cayó de una altura de unos doce metros.

Tristán no daba crédito a la sarta de pendejadas que manejaba Jaimito, el del pito chiquito; lo volteó a ver y con solo una mirada fulminante lo calló:

—Esta construcción tiene más de 50 años. Según el velador, que tiene aquí ya varios años, las pinches monjas nunca le dieron mantenimiento porque no tenían ni en qué caerse muertas. Así que, analizando la situación, me parece que esto es un desafortunado accidente.

El MP trató de contradecirlo, pero no logró nada. Ya en la comandancia lograron demostrar la teoría de Tris. El puto de Jaimito no se pensaba quedar así.