¿PARA QUÉ, QUÉ GRUPOS Y QUIÉNES BUSCAN DESESTABILIZAR A LA UNAM?

Javier Oliva Posada
Columnas
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La relación política, presupuestal y en todos aspectos en general entre las universidades públicas y/o privadas con los gobiernos y sus funcionarios se caracterizan, entre otros aspectos, por las acechanzas desde el exterior para controlarlas o condicionarlas en su actuar, así como por las dinámicas que desde dichas instituciones educativas se aplican para preservar la indispensable autonomía, apegada a las leyes y reglamentos en su conducción, para la creación de ciencia, tecnología, artes y humanidades.

El caso de México es uno de los más visibles de Latinoamérica y del mundo, de esa compleja relación con el poder político. Primero como Universidad Nacional y después como Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ha sido uno de los principales recursos con los que cuenta el país para articular mejores condiciones de desarrollo y justicia social.

Varios presidentes de la República, en su mayoría, incluyendo a Andrés Manuel López Obrador (Facultad de Ciencias Políticas y Sociales), han sido egresados de sus distintas carreras. Desde Miguel Alemán Valdés (Facultad de Derecho), se suma una muy larga lista de funcionarias, representantes políticos, empresarios —por ejemplo, Carlos Slim Helú, (Facultad de Ingeniería)— de proyección nacional. Asimismo, la UNAM cuenta con extensísimas bases de apoyo en todos los estados de la República procedentes del bachillerato y carreras.

Los tres Premios Nobel de México formaron parte central de la comunidad de la UNAM (Alfonso García Robles, Octavio Paz y Mario Molina), desde donde potenciaron sus capacidades cognitivas y personales para alcanzar tan prestigiado reconocimiento.

Grupos de poder

En semanas anteriores, de nueva cuenta la UNAM, en las mediciones internacionales, fue ubicada como una de las dos mejores universidades de Hispanoamérica. También todos los años sus estudiantes de las diversas carreras ganan competencias y concursos dejando, ahora sí, el nombre de México bien posicionado y proyectado.

Desde luego que las instituciones, para mantener su nivel de aportación al desarrollo del país, deben adaptarse, pero sin perder la esencia de sus misiones centrales. Sea el Instituto Nacional Electoral (INE), o en este caso la UNAM, toman el pulso de los acontecimientos y escenarios para mejor contribuir a la consolidación de las metas propuestas hacia una sociedad más justa.

Por ejemplo, la creación del Colegio de Ciencias y Humanidades (1971) o bien la creación de la Facultad de Artes y Diseño (2014), entre una larga lista de institutos, escuelas, centros y facultades.

Como parte de la dinámica del sistema político mexicano, de manera recurrente los grupos de poder en turno han tratado, ahora y desde hace mucho tiempo, de influir de alguna forma en la conducción de los asuntos de la UNAM así como en la fundamental decisión para designar al rector de la misma. Perfiles como los de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, Carlos Salinas de Gortari, son ejemplos de la notable imprudencia, por tanto, precipitación para intentar —de manera infructuosa— hacerse de ese bastión de la identidad nacional.

Ahora, ojalá y no sea así, hay claros indicios de una injustificada propensión a influir en el inminente proceso de relevo en la rectoría. Con difamaciones y afirmaciones insostenibles, la insidia, que dibuja de cuerpo entero a quien las profiere, lo cual nos tranquiliza a las y los universitarios pues su ínfima calidad y autoridad las neutraliza.

Sí, pero no se debe dejar pasar por alto una agresión sin otro fin que someter a un auténtico baluarte del desarrollo de México. ¿O acaso eso es lo que les incomoda o inquieta?