LA SEDUCCIÓN INTELECTUAL DE LAS DICTADURAS

“La intelectualidad renuncia a sus facultades críticas”.

Dictaduras

Leo Sombras chinescas, de Simon Leys, un clásico entre los sinólogos. Diplomático belga acreditado en Pekín, escribió sobre las verdaderas condiciones de vida en la China posterior a la Revolución Cultural. Desde luego, atroces.

No obstante, lo más interesante para mí es su descripción de la delirante admiración que despertó en la intelectualidad occidental la dictadura china. El maoísmo como moda y distintivo de rebeldía, la sinofilia como evidencia de compromiso con el Tercer Mundo. Y el apego a la ortodoxia comunista como carta de presentación izquierdista, siempre totalitaria, siempre antidemocrática.

En el libro de Leys nada importa a los intelectuales, paseados selectivamente por el gobierno chino en diez o doce ciudades del gigante asiático. Son ciegos ante la brutalidad represora del régimen, ante las condiciones de vida deplorables en las zonas que no les permiten visitar. Indiferentes ante la inexistencia de libertad de expresión, que en sus propios países consideran invaluable, pero en China no les parece necesaria.

Los intelectuales como figuras sobornables mediante viajes, banquetes, dinero y entretenimiento sexual de todo tipo. Una clase verdaderamente corrupta, dispuesta a aplaudir el totalitarismo, siempre y cuando a ella la traten bien. Parece una advertencia de lo que íbamos a vivir en el siglo XXI.

En el libro el gobierno chino emplea tácticas que parecen muy básicas y, sin embargo, exitosísimas. No se permite la convivencia del turista intelectual con ciudadanos chinos de a pie, sino con amigos burocráticos. En otras palabras, con funcionarios del régimen que fingen ser ciudadanos normales. No se autoriza el hospedaje fuera de guetos lujosos para extranjeros, ni el acercamiento a las periferias urbanas y rurales donde vive la mayoría de la población. No se permite el consumo de la comida convencional con la que se alimentan la mayoría de los chinos. Y aun así los intelectuales no advierten el deseo de control, censura y represión. O peor, lo advierten y optan por ignorarlo.

Modelo

Lo más extravagante y llamativo es que Leys documenta la similitud en todos los relatos de intelectuales extranjeros afines al régimen chino. No solamente visitan los mismos lugares o hablan con las mismas personas, sino que usan las mismas frases para describir situaciones o lugares.

No se trata de plagios, sino que parece que toman dictado o incluso reproducen y copian sin ningún criterio las consignas de los folletos. China se vuelve así un lugar chic para los intelectuales progres, pero lo que se escribe sobre el país en esa época no pasa de ser un amasijo de lugares comunes y frases propagandísticas.

Todo parece indicar que ese es el modelo para las nuevas democracias populares o populistas del siglo XXI. En ese mismo patrón de conducta y escritura se inspiran los visitantes de Venezuela, Nicaragua, Turquía, Rusia… Nada empaña la visión de perfección con la que admiran esos países. No hay nada cuestionable en regímenes que solamente ofrecen visitas guiadas.

La intelectualidad renuncia a sus facultades críticas para elogiar a aquellos gobiernos que se dicen al servicio del pueblo. Preocupa y mucho, pero parece que nos estamos quedando sin intelectuales y solo van quedando propagandistas.

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