Con más de 17 años de trayectoria musical, la cantante, violinista y productora Mireya Ramos ha trazado un camino único en la escena independiente.
Fundadora del mariachi femenino Flor de Toloache —banda con la que obtuvo un Latin Grammy—, hoy se encuentra explorando su faceta más íntima con Guerrera, su tercer álbum como solista.
Desde la vulnerabilidad hasta la fuerza, desde el desamor hasta la sanación, Guerrera es un testimonio musical del poder femenino.
En entrevista, Ramos habla sobre su proceso creativo, el feminismo en su vida y la importancia de abrir caminos para otras mujeres en la música.
—¿Qué significa para usted Guerrera?
—Es mi tercer disco como solista y, sin duda, el más personal. Nació a raíz de una ruptura muy fuerte, un proceso de duelo y transformación que decidí canalizar a través de la música. Por eso el disco se llama Guerrera, porque salí de ese proceso más empoderada, más consciente y conectada conmigo misma. La canción principal la escribí junto a una comunidad de amigas y amigos feministas que creyeron en el mensaje, y eso le dio una fuerza muy especial.
—¿Qué papel ha jugado el feminismo en su desarrollo personal y profesional?
—El feminismo entró en mi vida de forma natural, a través del ejemplo de mi madre y mi abuela. Mujeres trabajadoras, generosas, que enfrentaron muchas adversidades: migración, barreras lingüísticas y culturales, desigualdad…
Más adelante, dice Ramos, “ya en mi carrera, me vi constantemente como la única mujer en escenarios dominados por hombres. Eso me hizo reflexionar sobre lo necesario que es crear redes entre nosotras, colaborar y visibilizar nuestras luchas. El feminismo me ayudó a ponerle nombre a esas experiencias, a no sentirme sola y a reivindicar mi lugar como mujer afrolatina en la música.
Autenticidad
—Flor de Toloache fue una propuesta pionera. ¿Cómo nació este proyecto y qué impacto tuvo?
—Comenzamos en 2008 en Nueva York con la intención de formar un mariachi integrado por mujeres, La idea era romper esquemas dentro de una tradición profundamente masculina. Iniciamos tocando en el Metro y poco a poco creamos nuestro propio repertorio, componiendo canciones desde nuestra perspectiva. También reflejamos la experiencia de la migración, el caos y la diversidad de Nueva York, fusionando géneros, idiomas y vivencias. Ganar un Latin Grammy fue un logro colectivo: no solo para nosotras, sino también para todas las mujeres que hemos guerreado en esta industria.
—En cuanto a equidad de género, ¿qué cambios ha visto en la industria musical desde que incursiona en ella?
—Hoy hay más apertura, más colaboración entre géneros y más visibilidad para las mujeres. Pero todavía enfrentamos muchas barreras, especialmente las mujeres afrolatinas. No tenemos las mismas oportunidades ni la misma exposición. En la música mexicana, por ejemplo, hay muy pocas afrolatinas visibles. Por eso es tan importante seguir abriendo espacios.
—Para cerrar, ¿qué consejo les darías a las jóvenes que quieren dedicarse a la música, pero aún dudan?
—Que confíen en su voz, que no intenten encajar en moldes ajenos. Que se permitan experimentar, cambiar, equivocarse. Y que se rodeen de personas que respeten y crean en su visión. El camino no es fácil, pero cuando haces arte desde lo genuino, siempre conectas. La autenticidad es una herramienta poderosa.