Reviso afanosamente las publicaciones de la prensa mexicana en busca de una condena firme al ataque terrorista en Sidney por parte de las voces más representativas de la izquierda mexicana. No lo han hecho individualmente en sus columnas periodísticas e intervenciones televisivas, ni tampoco grupalmente mediante un comunicado, posicionamiento o desplegado. No hay nada.
Es una reacción previsible. La mayoría de los izquierdistas llevan más de un año acusando a Israel de ser un Estado genocida. Ahora que ven las consecuencias de sus mentiras antisemitas prefieren callar. La izquierda mexicana históricamente nunca se ha hecho responsable de sus errores. A principios del siglo XX respaldó explícitamente a Stalin y la URSS. A mediados de ese mismo siglo se entregó a la adulación de la dictadura totalitaria cubana. Y a finales del siglo XX y principios del XXI aplaudió rabiosamente la autocracia chavista en Venezuela.
Cuando Octavio Paz se atrevió a señalarle su monstruosa complicidad con los peores criminales del siglo XX, la izquierda optó por quemar su efigie en Reforma.
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Si de algo puede uno estar seguro es de que la izquierda mexicana siempre se equivoca en todo lo internacional. Apenas hace unos años nos presentaron a Gabriel Boric como el más grande estadista del siglo XXI, pero terminó repudiado por el pueblo chileno y facilitando la llegada al poder de un “ultraderechista” (sic).
El afán infantil de la izquierda mexicana por entender la política como un campo de enfrentamiento entre héroes y villanos le impide ver la gama de grises que integran la política realmente existente. Por eso algunos hoy están en shock. Un ataque terrorista antisemita en Australia no cuadra con su imagen de los judíos como villanos y los musulmanes como víctimas que encarnan la bondad de los pueblos explotados.
Resulta que el terrorismo fundamentalista de varias sectas musulmanas sí existe, aunque no exista un solo pronunciamiento de la izquierda mexicana que condene categóricamente a Hamás, ni mucho menos los atentados terroristas del 7 de octubre. Uno quisiera ver un poco de pudor y honestidad intelectual, reconociendo que nunca hubo bases jurídicas para hablar de genocidios en Gaza y admitir que muchas organizaciones políticas palestinas con poder real (como Hamás) hoy no buscan la coexistencia pacífica sino la destrucción de Israel.
No es verdad que la contraparte de Israel quiera el diálogo y la paz, sino que ella realmente desea la aniquilación, vale decir, el genocidio de un pueblo entero. Lo que sí es cierto es que Hamás usa mujeres y niños como escudos humanos para culpar a Israel de atrocidades. Es categóricamente falso que Israel sea un Estado genocida: quien quiere cometer un genocidio no permite la llegada de ayuda humanitaria para sus oponentes, como ha hecho Israel en Gaza. Nuestros progresistas tendrían que leer el fascinante libro de Bernard-Henri Lévy, Israel Alone, para entender cómo ve un pensador verdaderamente de izquierda la historia del conflicto Israel-Palestina y la horrenda trayectoria del antisemitismo en Occidente, que hoy se apropió de las universidades con su propaganda deplorable.
El mundo vive momentos terribles y los ciudadanos de a pie casi nunca podemos hacer nada al respecto. Pero tenemos el poder de empezar por cuestiones tan sencillas como rechazar tajantemente toda forma de antisemitismo, empezando por el de la izquierda mexicana.

