LA UNAM, NUESTRA UNIVERSIDAD

UNAM
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Con indeseable frecuencia una de las principales instituciones de educación superior pública y privada de México se ve acechada. Los pretextos son múltiples y los intereses internos y externos son más. La forma en que se afecta la vida cotidiana de esta numerosa y diversa comunidad tiene efectos de largo plazo, que incluso tienen que ver con la manera en que sus alumnas y alumnos pretenden ingresar al mercado laboral.

El cortoplacismo se impone a las responsabilidades sustanciales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

¿Qué interés superior se impone a las misiones de la creación y divulgación de la ciencia, tecnología, humanidades, las artes y la cultura? El desarrollo de México, aunque sea un lugar común, depende en buena medida de la marcha apropiada de la UNAM.

Su vulnerabilidad, incluso estructural —y me refiero a la facilidad con que se puede ingresar a sus instalaciones—, es proporcional a la relevancia de sus aportaciones. ¿Para qué y con qué finalidad se pretende su desestabilización? Parece que la ignorancia y el desconocimiento de la historia reciente se imponen sobre una auténtica visión de Estado.

La forma en la que ha venido escalando el conflicto no deja lugar a dudas. Reuniendo las efemérides de los acontecimientos en la central de camiones de Iguala, la remembranza de la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, el execrable homicidio en el Colegio de Ciencias y Humanidades plantel sur, así como exigencias específicas en materia de seguridad, estas se suman a demandas relacionadas con el genocidio en contra del pueblo gazatí, que han involucionado en amenazas directas a personal académico e incluso acoso físico contra respetables integrantes de nuestra comunidad.

Prioridad

Quienes alimentan ese ambiente debieran observar lo que ha sucedido en anteriores eventos en donde la UNAM resulta gravemente afectada en cuanto al cumplimiento pacífico de sus atribuciones. Tengamos en la memoria acontecimientos que incluso han afectado el patrimonio de la colectividad. ¿Hacia dónde se pretende llegar en las actuales condiciones?

Hay elementos suficientes para establecer que el deterioro del ambiente en la comunidad no acarrea beneficio alguno y sí, en cambio, graves daños a la formación de mexicanas y mexicanos identificados con las mejores causas de la justicia social y la democracia.

Debemos actuar con plena responsabilidad. La situación en la UNAM de ninguna manera se limita a su comunidad. Estructuras de gobierno, local y federal, tienen que observar el procedimiento para atemperar las condiciones de tensión que se viven en las instalaciones universitarias. Es un asunto de absoluta prioridad.

Ya se han establecido mesas de diálogo y de negociación. Empero, el regreso a las clases presenciales implica la base más consistente para la vuelta a la normalidad. Cerrar las aulas, es decir, mantener el paso, es la mejor forma de desmovilizar a la comunidad en su conjunto. El ambiente natural de debate son justamente las aulas, los pasillos, las explanadas. Es el entorno vivo de la pluralidad y sobre todo de la tolerancia. Es deseable la vuelta a la normalidad académica.

La UNAM cuenta con los procedimientos internos para dar los pasos necesarios que restablezcan la armonía. Estamos a tiempo.

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