QUIEBRA POR VÍA FÉRREA

“Los trenes de pasajeros compartirían vías con ferrocarriles de carga”.

Sergio Sarmiento
Columnas
VÍA FÉRREA

Las inversiones productivas no se generan por decreto. El presidente López Obrador anunció que el 20 de noviembre ordenará que las empresas ferroviarias ofrezcan servicios de pasajeros en los 20 mil kilómetros de vías del país que se utilizan primordialmente para carga.

Sin duda, la elección de la fecha tiene un sentido político. Los ferrocarriles cumplieron un papel importante en la Revolución Mexicana, pero el presidente no puede revivir las glorias, o tragedias, de esa sangrienta guerra civil con los ferrocarriles. Quien quiera invertir en el servicio de pasajeros deberá estar preparado para perder mucho dinero.

Virtualmente todos los ferrocarriles de pasajeros en el mundo tienen pérdidas. Quizás algunos puedan justificarse por razones sociales, pero muchos destruyen tanto valor que se convierten en un lastre más que en un beneficio para la sociedad.

Ferrocarriles Nacionales perdía en su servicio de pasajeros en los años noventa al menos doce pesos frente a cada peso que lograba de ingreso. Se canceló en 1997 porque resultaba insostenible. Un país con necesidades tan importantes como México no podía desperdiciar recursos tan grandes en un servicio ineficiente que el público había abandonado.

La idea del presidente de que basta con ofrecer el servicio de pasajeros en los trenes para que estos regresen al esplendor de un siglo atrás es falsa. No hay ningún estudio económico que pueda siquiera sugerirlo. Los trenes de pasajeros en México tendrían una suerte similar a los de otros países, pero las pérdidas en México se multiplicarían porque los trenes de pasajeros compartirían vías con ferrocarriles de carga que son mucho más lentos.

Incompatibilidad

Ferrocarriles Nacionales perdió pasajeros gradualmente en la segunda mitad del siglo XX conforme el transporte en carreteras se desarrollaba. En la década de 1970 todavía 30 millones de pasajeros utilizaban el tren anualmente. Para 1997 el número había caído a 1.2 millones, pero la infraestructura y el personal permanecían a los niveles de antes debido a las presiones del sindicato. La decisión de suspender el servicio de pasajeros y de vender el de carga, que sí era rentable, se tomó para preservar las finanzas públicas.

El presidente no sabe nada de negocios y no le gustan los estudios de factibilidad económica. En contraste, adora los trenes. Por eso se ha lanzado al extravagante proyecto del Tren Maya, que ya ha triplicado su costo inicial, y al Tren Transístmico. Las pérdidas serán enormes, pero no podemos cuantificarlas porque el presidente ha ocultado la información con el pretexto de que son proyectos de seguridad nacional. Por lo pronto ha decretado que los recursos que se recaudan por impuesto al turismo, alrededor de diez mil millones de pesos al año que deberían usarse para promover al país en el extranjero, se emplearán para subsidiar las pérdidas del Tren Maya.

Para los operadores de trenes de carga este decreto será una ilegal expropiación parcial sin compensación de sus vías, en las que han invertido enormes cantidades de dinero. Se registrará, por otra parte, el deterioro del servicio de carga, indispensable para la competitividad de la economía nacional. Los trenes de pasajeros y de carga no son realmente compatibles en una misma vía. Los consumidores difícilmente querrán pagar más por un servicio lento. Como ocurrió a fines del siglo XX, los autobuses se llevarán la mayor parte del negocio de pasajeros.

Un simple estudio de factibilidad económica lo demostraría.