UN VOTO PARA NO VOTAR NUNCA MÁS

Juan Pablo Delgado
Columnas
VOTO

Ahora sí: ¡agárrense que 2024 viene recio para la democracia! Este dato seguro ya lo saben, porque diversos columnistas (incluido yo) han escrito sobre el tema. Pero aún así recordemos el tamaño de este animalón: un año repleto de elecciones que involucran a más de 60 países y a más de cuatro mil millones de pelados. Como dirían los sabios del INE: ¡una verdadera fiesta democrática!

Si fuera un año normal, cualquiera consideraría esto como el triunfo máximo del sistema democrático. Pero 2024 no es un año normal y la era que transitamos nos impide cualquier tipo de celebración.

La razón es sencilla: en un gran número de países, los votantes podrían terminar eligiendo a líderes con tendencias autoritarias, los cuales darían el tiro de gracia a los mismos sistemas democráticos que los llevaron al poder.

Pero esto viene cocinándose desde hace tiempo. De acuerdo con Freedom House la salud de las democracias y las libertades a nivel global han disminuido por decimoséptimo año consecutivo. Por su parte, el Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral, con sede en Suecia, apuntó en su informe anual que “en todas las regiones del mundo la democracia sigue contrayéndose” y que 2022 (el más reciente de su análisis) marcó el sexto año consecutivo en el que países vieron más retrocesos democráticos que mejoras.

Pregunta clave

¿Qué podemos esperar para 2024? Pues hasta ahora las cosas van regular. La primera elección del año fue en Bangladesh (7 de enero), resultando en un quinto periodo de gobierno para la primera ministra, Sheikh Hasina. Naturalmente, diversos analistas hablan ya de un país cooptado por un “partido de Estado”.

Luego vimos la elección en Taiwán (13 de enero) que dio la victoria a Lai Ching-te, el actual vicepresidente de la isla. Aquí la buena noticia es que Lai es abiertamente odiado por China debido a su ideología liberal; la mala es que su triunfo incrementa la posibilidad de un conflicto armado con Beijing. ¡Whoops!

Otras elecciones no auguran nada bueno para la salud del sistema democrático: solo cinco de las 15 elecciones para elegir presidente o primer ministro en el continente africano se darán en países considerados como “libres” por Freedom House (Botswana, Ghana, Mauritius, Namibia y Sudáfrica); el resto se darán en ambientes de libertades reducidas o inexistentes.

Luego tenemos otra camada de países donde los resultados están prácticamente garantizados: Rusia (15 de marzo), Venezuela (finales del año), El Salvador (4 de febrero) e India (abril-mayo). Aquí tampoco hay buenas noticias: Vladimir Putin y Nicolás Maduro seguramente recurrirán a toda clase de chicanadas o abierta represión para perpetuarse en el poder; Nayib Bukele es muy popular, sin duda, pero sus cambios a la Constitución para reelegirse dejan un terrible sabor de boca para el futuro institucional de su país; y Narendra Modi podría sepultar la tradición democrática, pluralista y multiétnica de India, convirtiendo a la democracia más grande del mundo en un Estado etnonacionalista.

Obviamente la joya de la corona es la elección de Estados Unidos, la cual —como ya les comenté previamente— enfrentará una auténtica amenaza fascista en Donald Trump (ver Trump: fascista, Vértigo #1187). Una victoria de Trump causaría toda clase de cismas y rupturas en el orden democrático y liberal, algo que podría tardar décadas en rectificarse.

Y claro, tenemos a México, donde nuestros compañeros de Vox (el medio, no el partido racista español) han dado 90% de probabilidad a una victoria de Claudia Sheinbaum. ¡Ni hablar!

Vivimos en tiempos peligrosos, donde el mundo se está embarcando en un año crítico para el futuro de la democracia liberal. Miles de millones de personas saldrán a votar, pero es posible que lo hagan para nunca volver a votar nuevamente. La pregunta clave que debemos hacernos es: ¿será el año “más democrático” en la historia el mismo que destruya a la democracia? ¡Agárrense, porque esto es de pronóstico reservado!