BOLLYWOOD

Sergio Pérezgrovas
Columnas
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A veces los ojos hablan más que las palabras.

Dicho hindú

Bombay es la ciudad más poblada de India. El término Bollywood se utiliza incorrectamente para hablar de la industria cinematográfica en ese país. Este concepto se acuñó en la década de 1970 y es un juego de palabras entre Bombay y Hollywood.

A algunas personas no les gusta el término porque, según ellas, alude a la parodia de Hollywood.

Lo usaron por primera vez el historiador Amit Khanna y la periodista Bevinda Collaco.
En esta industria lo más representativo de las filmaciones en lenguas como bengalí, tegalu, tamil, etcétera (en India se hablan 16 idiomas ampliamente extendidos), son sus escenas musicales.
Generalmente cada cinta incluye cantos y danzas típicas del país mezcladas con coreografías pop.

Estas escenas siempre son dobladas, propio de la industria fílmica: al principio filman las escenas y posteriormente hacen los diálogos, lo que facilita la posterior traducción a otras lenguas e idiomas.
Las pistas musicales de las películas que ahí se realizan son producidas por muchos artistas, entre los que destacan Nusrat Fateh y Ali Khan e incluso occidentales como Andrew Lloyd Weber.

Una de las costumbres mercadológicas que se sigue en Bollywood es poner en el mercado las pistas musicales meses antes de estrenar la cinta. De este modo promocionan el largometraje, la gente ya conoce la música y, al verla en la pantalla, corean al unísono con el filme.
La primera película sonora fue Alam Ara, en 1931, el mismo año en que aquí en México se produjo Santa, otra cinta sonora, del escritor Federico Gamboa.
Actualmente Bollywood produce mil cintas anuales, el doble que los estudios de Los Ángeles y Nollywoood, la meca de cine africano ubicada en Nigeria. En nuestro país se realizan aproximadamente 30 largometrajes, entre ficción y documentales: muy lejos de los indios.
El indio
En el restaurante de la colonia Condesa de comida india hubo una riña en la que acabaron muertos dos comensales y un cocinero. Como siempre, llamaron a Tris para resolver el caso.

Llegó y abrió la puerta. La habitación estaba desordenada y un joven indio amenazaba a una muchacha con un cuchillo en su garganta. Tris le pidió al muchacho que bajara el arma. No le hizo caso. Tris tomó su pistola y apuntó donde más le gustaba, en medio de los ojos. Comenzó a contar del uno al diez. El muchacho no le creyó y Tris siguió contando: …ocho, nueve, diez y pum. Metió la bala entre los ojos. El cuerpo cayó y liberó a la muchacha, quien lloraba desconsolada.

Tris se acercó y le dio una palmadita en el hombro: esa fue su gran terapia para la joven.