DAHMER

“Un poco de la sicología de este asesino serial”.

Sergio Pérezgrovas
Columnas
DAHMER

Jeffrey Lionel Dahmer es mejor conocido como El caníbal de Milwaukee porque mataba a sus víctimas, les sacaba fotos y luego las descuartizaba. Se comía partes del cuerpo y otras las guardaba.

Nació el 21 de mayo de 1960, aparentemente en una familia norteamericana normal. Luego se supo que la madre, Joyce Anette Flint, padecía de un trastorno mental, por lo que tomó varias pastillas mientras estaba embarazada de su hijo. Posteriormente tuvo una depresión posparto que la mantuvo en tratamiento sicológico.

Por otro lado, el padre, de nombre Lionel Herbert Dahmer, era químico de profesión. Le enseñó a su hijo a practicar la taxidermia. Jeff con los años la ocupó en sus víctimas. Su padre recogía animales muertos que encontraba en la calle o en el bosque y practicaba con su hijo el oficio.

Jeff mataba animales desde los diez años. Siempre se le consideró como un niño raro. Sus padres lo dejaban solo en su casa, por lo que el muchacho creció en el abandono.

Su primera víctima fue un joven de 18 años, la misma edad que Jeff. Lo levantó en la carretera diciéndole que lo llevaría a un concierto de música, pero primero lo llevó a su casa y tomaron cervezas.

Cuando la víctima intentó irse Jeff lo golpeó y luego lo estranguló. Dahmer profanó su cuerpo para posteriormente descuartizarlo.

Su modus operandi (fue mejorando) para asesinar a los jóvenes era muy simple: les ofrecía dinero para sacarles fotografías e invitaba a su casa a las víctimas. Ahí les daba algo de tomar. En la bebida ponía un fármaco que los dormía, el cual conoció mientras estuvo en el ejército como médico militar (lo expulsaron porque lo encontraron varias veces en estado etílico). Posteriormente los asfixiaba, profanaba, diseccionaba y en ocasiones practicaba canibalismo.

Mató solo a hombres, de diferentes minorías raciales. Se calcula que fueron 17 entre 1978 y 1991; a doce de ellos los asesinó en su departamento y a otras de sus víctimas en la casa de su abuela.

Él dijo que no era racista, que solo le gustaban sus cuerpos. A cuatro de sus víctimas les hizo agujeros en el cráneo, luego les inyectó ácido clorhídrico y agua hirviendo en los lóbulos frontales. Según él para inducir un estado permanente de sumisión. El 22 de julio de 1991 su última víctima logró salir con vida del apartamento de Jeff. Escapó y llamó a la policía. Esta entró en la habitación y encontró varias fotografías de cadáveres y credenciales. Al inspeccionar más a fondo hallaron en el refrigerador una cabeza mutilada, un corazón humano y algunos genitales masculinos.

Dahmer fue enviado a la cárcel y sentenciado a 15 cadenas perpetuas, aunque el juez dictó que debía ser enviado a un hospital siquiátrico, puesto que era un enfermo mental.

El 28 de noviembre de 1994 fue muerto a golpes con una barra metálica de 28 pulgadas por Chistofer Scarver, quien momentos antes había leído los crímenes que Jeff cometió contra sus hermanos negros. Bien dice el dicho: el que a hierro mata, a hierro muere.

Se estrenó recientemente en Netflix una serie que lleva por nombre Dahmer, donde después de diez capítulos entendemos un poco de la sicología de este asesino serial y sobre todo de sus víctimas. Muy recomendable para los amantes de este género.

Daños

Cuando llamaron a Tris en la alcaldía Cuauhtémoc él ya sabía lo que iba a encontrar en aquel pequeño departamento de ese conjunto habitacional.

El olor era insoportable, olía a mapache muerto añejo. En uno de los anaqueles había 25 cabezas de jóvenes puestas en formol. Pero de ahí no se desprendía el fétido olor: provenía del refrigerador, que tenía años de no servir. En el interior encontraron corazones, diez genitales y un par de hígados. En uno de los cuartos había ocho tambos de plástico llenos de trozos y piernas a medio descomponerse. Al asesino en serie le apodaron El caníbal de la Cuauhtémoc. Cuando comenzaron los trabajos de identificación de los cuerpos por medio del ADN se dieron cuenta de que una de las cabezas pertenecía al dueño de la casa, cuyo nombre era Aníbal Buenrostro. El caníbal, al igual que Jack el destripador, nunca fue hallado. El caso hasta el día de hoy sigue abierto. Lo que la policía no supo es que el buen Tristán había estado dos días antes en esa dirección. Fue él quien llamó a la estación desde un celular que luego tiró al río.