EL CHANGO GARCÍA CABRAL

“Fue un gran artista mexicano que merece ser reconocido”.

Sergio Pérezgrovas
Columnas
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Un adulto creativo es un niño que ha sobrevivido.

Ernesto El Chango García Cabral (le decían así por feo) nació en Huatusco, Veracruz, el 18 de diciembre de 1890 y murió en la Ciudad de México el 8 de agosto de 1968 (no pudo ver ni el 2 de octubre ni las Olimpiadas).

Fue un caricaturista y pintor que revolucionó la plástica y sobre todo el cartel. Además era excelente bailarín de tango (dicen las malas lenguas que se las bailaba a todas).

Gran conversador y muy social, se llevaba con personalidades como Enrico Caruso, Charles Lindbergh, Walt Disney, Cantinflas y Dolores del Río.
En 1907 le otorgan una beca para entrar a San Carlos. Toma clases con Germán Gedovios, al igual que Saturnino Herrán. Dos años después comienza a trabajar en la revista La Tarántula como caricaturista. Ahí conoce a Fortunato Herrerías, quien es testigo ocular del levantamiento de Aquiles Serdán.

Fortunato, por medio del telégrafo, narra los sucesos para que El Chango los ilustre. Estos dibujos son los primeros conocidos de la Revolución Mexicana.
Al estallar la Revolución hace caricaturas de Francisco I. Madero, Pancho Villa, Bernardo Reyes y María Conesa (tiple mexicana). Madero trata de callarlo dándole una beca para estudiar en París en 1912.
Poco a poco desarrolla su particular estilo. Posteriormente viaja a Madrid y termina en Buenos Aires, Argentina.

De retorno a nuestro país en 1918 comienza a trabajar como caricaturista del periódicos Novedades y las revistas Jueves de Excélsior, Fufurufo y Fantoche. Es reconocido a nivel mundial por la Revista de Revistas con su influencia del art déco. Hoy su acerbo cuenta con más de 25 mil carteles, pinturas y dibujos.
Pero no solo trabajaba en periódicos y revistas: también realizó carteles publicitarios para algunas de las películas de Tin Tan como El revoltoso, El vagabundo, El rey del barrio, El bello durmiente y, mi consentida, La marca del Zorrillo.
Como sea, fue un gran artista mexicano que merece ser reconocido por poner en la mira al póster como una forma de arte. Su hijo, Ernesto García Cabral Jans, además de canchero, tiene parte de esta colección y tengo entendido que eventualmente vende parte de la obra de su papá.
Un crimen
Tris tenía en su juventud un amigo al que le decían El Chango por feo y porque además tenía la habilidad de subirse a los árboles cual mandril de circo. Tris lo acompañaba al parque y de vez en cuando trataba en vano de seguirle el paso a su amigo.

Un buen día, después de muchos años, le avisaron que estaba muy grave, al borde de la muerte. Tris lo visitó en su casa de un piso por el rumbo de Nativitas. Vivía en una pequeña pero acogedora casa, en un cuarto al final del pasillo. El Chango estaba acostado en una cama de hospital conectado a unos tubos de oxígeno. Tenía neumonía. Aunque no era tan viejo, le pasaba que toda su vida fumó como chacuaco en plena cosecha, así que tenía los pulmones destrozados.

Cuando vio a Tris le pidió que se acercara. Tris lo tomó de la mano. El Chango quería confesar un crimen. Tris lo escuchó. Estaba absorto. Nunca imaginó que su amigo de la infancia pudiera cometer algún delito. Lo único raro de él era que se subía a los árboles.
––¿Sabes por qué podía subirme a los árboles tan fácilmente? Cuando chamacos teníamos una vecina que estaba medio loca, doña Lucía, ¿te acuerdas?, que estaba casada con el político ese del PRI. Había una enredadera junto a la ventana de su casa por la que yo subía y bajaba cuando no estaba el marido. Un día el cornudo llegó antes. Yo traté de escapar y me tropecé, pero alcancé a tirarlo por las escaleras. El incauto cayó, rompiéndose el cuello y muriendo instantáneamente. Doña Lucía quería seguir en el guayabo. Era ninfómana, la cabrona. En fin, maté al esposo. La policía dijo que fue un accidente, pero yo empecé a fumar y aquí estoy.
Al acabar su narración tosió hasta vomitar sangre y murió.