GELA GURRÍA

Sergio Pérezgrovas
Columnas
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La escultura es el arte de la inteligencia.

Pablo Picasso

A sus 91 años Ángela Gurría Davo sigue siendo una mujer encantadora. Hace algunos ayeres tuve el privilegio, junto con Xavier Guzmán y Walter Bosterleiy, de echarnos unos tequilas en su casa de Coyoacán.

Originaria de Chiapas yo la conocía desde que tengo memoria porque uno de mis primeros amigos a los cinco años, Ernesto González Gurría, es su sobrino, así que constantemente su mamá (que por cierto también es encantadora) nos platicaba de su hermana.

Recuerdo que para 1968 fuimos a conocer su obra Anclas, ubicada en ese entonces en Periférico y avenida San Jerónimo, una pieza monumental realizada en concreto por los cementos Tolteca (no es anuncio), de 18 metros de alto.

Cuando llegamos al lugar la mamá de Ernesto nos explicó que era la primera de un camino que recorrería hasta el final del Periférico de aquel entonces, con casi 20 esculturas realizadas por artistas de todo el mundo, pero que a Gela (así le llamaba de cariño) por ser mexicana le tocaba el honor de ser la primera.

También platicó que dos años antes Mathias Goeritz, otro gran escultor, le propuso a Pedro Ramírez Vázquez, quien era presidente del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos, que además de los eventos deportivos hicieran paralelamente eventos culturales: así surgió la Ruta de la Amistad. Fue la primera Olimpiada que llamaron cultural porque había obras de teatro, pinturas, música, etcétera.

Hay un video de algunas de las piezas, con Raquel Welch bailando con un traje ultramoderno para la época, con un arreglo electrónico de Así hablaba Zaratustra en la versión de un minuto.

Cuando convivimos con Gela recordó anécdotas del pasado con una gran lucidez. Fue amable. Hasta sacó el tequila. Yo me habré tomado como seis caballitos, al parejo que ella. Nos enseñó sus últimos trabajos, para luego invitarnos a comer; pero la verdad yo preferí retirarme medio alegrón y sobre todo con el olor a polvo de mármol ya que su casa huele a eso.

Fue una tarde maravillosa.

El hallazgo

Encontraron unas manchas de sangre en la que fue la primera escultura de la Ruta de la Amistad de 1968. Por el tipo de mancha parecía que alguien se había subido a una de las dos piezas y se resbaló. Inmediatamente llamaron a Tristán, quien se dio cuenta de lo sucedido, tomó un guante, se lo puso, tocó la mancha roja y luego la olió con parsimoniosa y religiosa paciencia.

—Lo sabía —dijo.

Después, para cerciorarse de lo dicho. El dedo anular que traía la sangre se lo metió a la boca, ante el estupor de los presentes.

—Esto es pintura vegetal, con la que adornan los pasteles. Cómo serán pendejos: la próxima vez revisen de qué se trata.

Y salió del lugar aventando el guante al MP para que lo cachara.