GUSTAV

Sergio Pérezgrovas
Columnas
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Las armas son instrumentos de mala suerte, emplearlas por mucho tiempo producirá calamidades.
Sun Tzu

Perteneciente al ejército nazi, el cañón Gustav es hasta la fecha el más grande construido por el hombre. Adolfo Hitler mandó fabricar tres allá por 1942. Al menos mil 400 hombres trabajaron alrededor de este artefacto de muerte, 500 de ellos tan solo para el mantenimiento y manejo de las balas.
El cañón fue un pedido especial del mismísimo demonio, perdón, de Hitler, alrededor de 1937 y lo diseñó la empresa Fried Krupp AG.
Al Gustav no lo utilizaron contra civiles: su primer objetivo fueron algunas baterías costeras aproximadamente a 25 kilómetros de distancia. Se afirma que el Gustav podía llegar hasta 45 kilómetros sin fallar; el problema era que las cargas de los proyectiles tardaban mucho en ponerse dentro del cañón, ya que eran balas de 280 mm L/40.6.

Para que nos demos una idea: cada uno de estos misiles medían tres metros de altura, con un peso aproximado de una tonelada.

El arma tenía 47.3 metros y pesaba mil 350 toneladas. Para moverla se necesitaba un convoy ferroviario de 25 vagones.
Podía disparar una bala cada 15 minutos. En total solo activó 48 proyectiles hasta que lo destruyeron.

Tuvo un costo aproximado de siete millones de Reichsmark (marco imperial). En valor actual cada marco imperial cuesta 655 pesos. O sea, un chingo de dinero para el aparato. Además se hicieron tres, pero dos de ellos no llegaron a ver la guerra por problemas de logística (qué bueno).
Un arma muy poderosa con un gran defecto: era tan grande y pesada, que moverla representaba toda una odisea. Por eso las fuerzas aliadas las pudieron destruir de una manera más o menos rápida.
El cañón
En una casa por ahí de Las Lomas se escuchó una detonación muy fuerte que hizo un gran agujero en las paredes. Como siempre cuando no sabían qué hacer llamaron a Tris. Él cuando niño sufrió de una maldición que le dejaron a su papá: nunca en su vida podría escaparse de la violencia y la muerte rondaría toda su existencia. Esta a veces sería una bendición, porque acababa con los maleantes. El cañón que disparó también se llevó a tres personas. Los cuerpos estaban regados por todas las paredes.

Cuando Tristán llegó encontró rápidamente la causa de la explosión. Vio que había un rayo de luz que entraba por una ventana y que daba a una bola de vidrio que ejerció como lupa.
La muchacha que normalmente limpiaba el cuarto donde se encontraba el artefacto movió sin querer la bola y el haz de luz fue a dar justo en la mecha del cañón que llevaba ahí desde la Segunda Guerra Mundial.

El dueño nunca se percató de que el arma estaba cargada con una bala, con todo y mecha, porque no se alcanzaba a apreciar en el pequeño orificio donde se encontraba el pabilo lleno de pólvora.

Lograron armar los cuerpos de la mujer, del dueño y del jardinero, quien se encontraba del otro lado del estudio.