LA CATRINA

“Su cadavérica imagen ha sido historia popular desde 1910”.

Sergio Pérezgrovas
Columnas
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Cuando yo me muera y mi calavera se vaya al panteón,/ gacha mi calaca, si me jala alguna pata sin un rock and roll./ Ay, pelona, pélame los dientes pero dando un rol.

Botellita de Jerez

José Guadalupe Posada fue un mexicano célebre por sus dibujos y escenas costumbristas. Se dedicó a hacer crítica sociopolítica, sobre todo ilustraciones de las “calacas”, entre ellas la más icónica, La Catrina, que en realidad se llamaba La Calavera Garbancera.

Esta palabra provenía de los vendedores de garbanzo que, siendo pobres, aparentaban ser ricos y querían ocultar sus orígenes indígenas. Pretendían copiar la forma de vida de los europeos.

José nació en Aguascalientes, pero pronto se trasladó a Dolores, Hidalgo, donde aprendió el oficio del grabado en metal. El grabado de La Catrina se encuentra en el Museo Posada de Aguascalientes.

La Calavera Garbancera es dibujada del pecho hacia arriba, sin ropa alguna más que un pomposo y grande sombrero, con una pequeña sonrisa en los dientes.

El artista no dejó pasar la oportunidad de distinguir sus orígenes indios y, con su sátira, plasmar unos moños detrás de las supuestas orejas, a la usanza de las sirvientas de aquella época.

Su cadavérica imagen ha sido historia popular desde 1910, cuando se difundieron los escritos en poesía conocidos como “calaveritas”, que igual criticaban la situación económica que a la socialité mexicana.

En ellas había esqueletos generalmente masculinos conocidos como catrín-elegantes, casi siempre en compañía de alguna dama, conocida como Catrina. Esta fue una imagen clásica de la incipiente aristocracia mexicana de finales del siglo XIX y principios del XX.

Para 1947 Diego Rivera retomó la figura del personaje en su famoso mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central. El mural lo censuró el arzobispo de México porque incluía una frase que decía “Dios no existe”, escrita en el pergamino que sostenía Ignacio Ramírez El Nigromante.

El mural estuvo en el Hotel Regis en un bar y permaneció ahí hasta el temblor de 1985, cuando fue rescatado y puesto en la Plaza de la Solidaridad para gozo de todos los turistas.

Fue hasta ese momento que La Catrina se popularizó en todos los estratos sociales, siendo el símbolo del sincretismo y, sobre todo, de la mexicanidad.

Hoy esta figura se reproduce por todo el mundo como un conejo.

Cuando los huesos hablan (3)

Tristán dio con la secta de los santeros por Satélite, en una casa llena de ratas y olor a muerte. Samuelito prefirió quedarse en el coche. De repente cayó un árbol junto a él. Afortunadamente Tris alcanzó a quitar a su amigo, que una vez más se meó, pero Tris le había comprado unos pañales para adulto por lo que nadie notó su condición.

Cuando entró a la casa había varios santeros haciendo un tambor, que Tris luego supo lo que significaba.

Estaban bailando una veintena de hombres y mujeres, comiendo comida cubana. Encontró al final de un pasillo al sujeto que manoseaba a un joven por debajo de los pantalones, suficiente razón para llevarlo a la comisaría por perversión de menores.

Unos días más tarde llamó a su amigo el santero, Juan Carlos García, para que deshiciera el amarre que le realizaron a Samuel.

Tanto los asesinos como el cubano reconocieron y aceptaron sus crímenes. Ahora se encuentran en una cárcel del Altiplano. Samuelito fue a ver a su urólogo para que le arreglaran aquellito.