LOS HUESOS HABLAN (1)

“El asesino serial con más muertes en su carrera homicida”.

Sergio Pérezgrovas
Columnas
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Cuando descubrieron al Monstruo de Ecatepec fue por pura casualidad: la policía no tiene capacidad para descubrir a estos asesinos seriales hasta que ellos cometen un error.

El caso es que Juan Carlos, de 38 años y quien se decía comerciante, vendía celulares, perfumes, ropa y los huesos de sus víctimas a precios exorbitantes.

Tenía una camioneta Pick up roja medio vieja y destartalada con caseta. Cometió una infracción al pasarse un alto, además de que no tenía las luces de stop. Cuando el policía de tránsito lo paró notó algo extraño en su pareja; ella se empezó a poner nerviosa, así que el oficial de tránsito pidió que abriera la parte trasera del vehículo.

Patricia le hizo caras a Juan Carlos, quien no dudó en bajarse del auto. Él era frío y calculador y no mostró ningún tipo de miedo. Cuando abrió, el oficial notó que había unas bolsas de basura negras y un olor fétido, apartó a la pareja y llamó a su compañera para que no escaparan.

El policía era Samuel, un compañero de Tris que dicho sea de paso no era muy bueno.

Pero Tristán le tenía aprecio porque habían estudiado juntos en la escuela de policía. Le decían Samuelito el sableador porque siempre pedía dinero prestado y nunca lo devolvía. Salvo eso, además de medir 1.50 cm y ser medio pendejo, era buena gente. Nunca estuvo involucrado en una balacera o algo parecido. Fue la primera vez que se topó con algo así. Su compañera vio las bolsas mientras Samuelito llamaba a Tris, cuando escuchó un grito de espanto.

Su compañera era más lista: cuando descubrió los huesos todavía con pedazos de carne supo que eran de humanos; no pudo distinguir si eran de hombre o mujer, pero lo que le quedaba muy claro es que no eran de animales: ahí estaba un fémur y una clavícula. Sacó su pistola y puso a Juan Carlos y a Patricia contra la puerta de la camioneta.

Por su lado, Samuelito al oír el grito corrió hasta donde estaban mientras el celular sonaba. Tris contestó.

—¿Qué pasó, Sablito? Qué milagro.

Tris, necesito que vengas lo más pronto posible a Ecatepec. Esto está muy raro. Acabamos de encontrar unos huesos humanos en el interior de una camioneta.

La mujer policía ya había puesto las esposas a los dos y los tenía sometidos.

Tris tardó media hora. Cuando llegó, Verónica la policía tenía a los supuestos traficantes de huesos metidos en la patrulla.

Al abrir una de las bolsas Tris observó que efectivamente eran huesos humanos; por el tamaño, sabía que eran de mujer.

El MP tardó un poco más en llegar. Llevaron a los maleantes a la comisaría. Ahí los interrogaron sin sacar nada en concreto.

Pruebas

Por su lado, Tris encontró una dirección y fue a la casa de los detenidos, en Jardines de Morelos, a unos 35 kilómetros del centro de la ciudad. Entró derribando la puerta de una patada. Cuál sería su sorpresa al encontrar en la casa —de clase media baja y sin piso— muchas bolsas más, así como cubetas llenas de más huesos y una nevera donde estaba la cabeza de una joven.

Tenían suficientes pruebas para condenarlos a cadena perpetua. Llamó a los especialistas, quienes descubrieron además en un terreno contiguo más restos humanos. En total eran aproximadamente 20 cuerpos.

De confirmarse, Juan Carlos sería el asesino serial con más muertes en su carrera homicida. El caso más cercano ocurrió con la Mataviejitas Juana Barraza Samperio, descubierta por el propio Tris, pero ella solo mató a 16 mujeres de la tercera edad.

Tris tenía que dar con el comprador de huesos, así que se dirigió a su oficina para comenzar el interrogatorio. Samuel lo esperaba, porque era él quien tenía que hacer el reporte y llevar el protocolo que marcaba la dependencia.