PERRY MASON

Erle Garden siguió escribiendo con otros detectives bajo algunos seudónimos.

Sergio Pérezgrovas
Columnas
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El poder del abogado está en la incertidumbre de la ley.

Erle Stanley Garder fue el creador del famoso personaje Perry Mason. Él era un abogado de profesión. Nació en Malden, Massachusetts, en 1889 y murió el 11 de marzo de 1970.

Se dice que no le gustaba la rutina de la práctica legal: lo que realmente disfrutaba eran los juicios penales y las estrategias a seguir.

En su tiempo libre comenzó a escribir para revistas policiacas y desarrolló, entre muchos otros, su personaje más emblemático: un abogado con dotes detectivescos llamado Perry, el cual apareció en más de 50 novelas, lo que hace que Garden sea uno de los escritores más prolíficos, llegando a vender más de 130 millones de libros por todo el mundo.

Durante los treinta y cuarenta salió una serie televisiva que llevaba por título Perry Mason, con el astro Raymond Burr. Un dato curioso es que el propio Garden hizo un cameo (una pequeña aparición) en el último capítulo de esta puesta en escena. Para 1980 la serie fue revivida en unas cuantas películas para la televisión, en las cuales aparecía parte del elenco original, incluido Burr.

Erle siguió escribiendo con otros detectives bajo algunos seudónimos y se le considera un maestro de los cuentos.

Ahora en HBO retoman la figura del abogado detective con la actuación de Matthew Rhys, a quien le ha valido críticas como uno de los mejores actores de 2020 con grandes posibilidades de llevarse algunos premios. Este actor galés ya tiene en su haber un premio Emmy por Mejor Actor en la serie The Americans.

Es una excelente opción para quedarse en casa. El personaje es absolutamente creíble, alcohólico y pobre, lo cual difiere del Perry pulcro e infalible original.

El abogado

A Tris, por un reporte mal llenado, lo mandaron llamar de la procuraduría para ver las implicaciones legales sobre un doble asesinato, porque una de las viudas demandó a la policía.

Era una mujer sin escrúpulos, esposa de uno de los occisos que, dicho sea de paso, era un cabrón al que Tris tuvo que matar de un balazo. El abogado, muy prepotente, señaló al buen Tris como el responsable.

Al acabar la audiencia, Tris se acercó y le dijo:

––Qué bueno que hay abogados tan hábiles como tú; solo te recuerdo que la calle es más peligrosa que los juzgados.

—¿Me estás amenazando?

—Para nada. Te estoy advirtiendo que tu defensa y tu cliente son muy malandrines.

Al cabo de un tiempo el abogado llamó a Tris para que le ayudara: tenía un cuchillo encajado en el pecho. Tris llegó y llevó al abogado al hospital para curarlo. Afortunadamente el cuchillo no toco ningún órgano. Tris, quien sabía lo que decía, lo cuestionó:

––Te lo dije pero no me hiciste caso.

Al final, el abogado retiró la demanda y se volvió defensor del buen Tris.