BIDEN Y MÉXICO

Sergio Sarmiento
Columnas
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No hay duda de que en Estados Unidos saben montar un buen espectáculo. Lo hizo el nuevo presidente Joe Biden en su toma de posesión de este pasado 20 de enero, a pesar de la ausencia de las multitudes que dan brillo a estas celebraciones. El interés de una inauguración presidencial en la Unión Americana siempre es enorme, pero esta vez fue mayor por la tensión que generó el asalto al Capitolio el 6 de enero por parte de un grupo de simpatizantes del presidente saliente, Donald Trump.

Al final Trump decidió romper con la tradición y no participar en la ceremonia de protesta de Biden. La presencia de George W. Bush, sin embargo, mandó un mensaje de que hay por lo menos un grupo de republicanos que entiende que la alternancia de partidos y personas en el poder es una parte fundamental de la democracia.

El gran reto ahora para México es encontrar una forma en que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que fue abiertamente partidario de Trump, pueda lograr una cercanía suficiente con el nuevo régimen en Washington.

López Obrador fue el último de los mandatarios extranjeros en felicitar a Biden por su triunfo. Cuando finalmente habló con el presidente electo le dijo que en lo personal había tenido una muy buena relación con Trump. A esto hay que añadir el caso del general Salvador Cienfuegos, contra el cual la Fiscalía General de la República decidió no presentar acusaciones, y en particular la divulgación de su expediente, a pesar de que por ley debía mantenerse como confidencial.

No ayudan las acusaciones de López Obrador contra la DEA y el Departamento de Justicia por supuestamente haber “fabricado” su caso contra el exsecretario de la Defensa.

Biden tendrá muchas responsabilidades durante su gobierno y México no estará hasta arriba en su orden de prioridades. Pero es iluso pensar que quienes lleven la agenda de la relación con México no estarán conscientes de las aparentes simpatías de López Obrador por Trump. Ciertamente no considerarán al actual gobierno mexicano como un amigo de su administración.

Esfuerzo

La esperanza del gobierno de México radica en los buenos oficios de Marcelo Ebrard. Durante su largo tiempo de militancia en movimientos de izquierda el canciller estableció buenos contactos con muchos personajes del Partido Demócrata. Algunos asumen ahora responsabilidades relevantes en el gobierno de Biden.

El trabajo de Ebrard y del nuevo embajador mexicano en Washington, Esteban Moctezuma, quien sin embargo no tiene experiencia en labores diplomáticas, será crucial para tender los puentes que se requieren.

Uno debería suponer que hay una mayor cercanía natural entre un gobierno mexicano que se dice de izquierda y una administración estadunidense que se considera progresista. El problema es que muchas de las políticas del presidente López Obrador son conservadoras. En lo personal, por otra parte, Trump y López Obrador tuvieron una gran cercanía. No hay ningún indicio de que la haya con Biden.

Al final el gobierno mexicano tiene obligación de buscar una relación por lo menos respetuosa con el nuevo gobierno de Estados Unidos. No será necesario ir a los extremos a los que López Obrador llegó con Trump; recordemos que puso a la recién creada Guardia Nacional a perseguir a inmigrantes centroamericanos. Simplemente colaborar de manera respetuosa con el gobierno de Washington debería atemperar los errores cometidos en la relación con Biden. El esfuerzo vale la pena.