DEFENDER PRINCIPIOS

“La política debería ser un arte de convicciones”.

Sergio Sarmiento
Columnas
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Admiro a quienes en política defienden sus principios sin dejarse llevar por la conveniencia de adaptarlos a los vaivenes electorales o a las instrucciones de sus superiores. Sin embargo, cada vez es más difícil encontrar a personas que tengan esa integridad personal. Lo más común hoy es ver a políticos que nos dicen, como Groucho Marx: “Estos son mis principios, y si no les gustan… bueno, tengo otros”.

Por eso me sorprendió tan gratamente una declaración de Alejandro Encinas, el subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, este pasado 16 de agosto. Cuando se le preguntó su posición sobre el intento del presidente Andrés Manuel López Obrador de militarizar de manera definitiva la Guardia Nacional, respondió: “Creo que debemos mantener el mandato constitucional. Lo digo y siempre lo he sostenido públicamente… que la seguridad pública es un asunto de la autoridad civil. Siempre lo he hecho”.

Y sí, esta ha sido siempre la posición de Encinas. Pero no ha estado solo. Muchos de sus compañeros en Morena se opusieron con fuerza a los intentos de los presidentes Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto de militarizar las policías federales. La lista es larga, pero ahí están, entre otros, Manuel Bartlett, Mario Delgado, Epigmenio Ibarra y Jesús Ramírez Cuevas. Hoy defienden la militarización, niegan que militarizar sea realmente militarizar o guardan un vergonzoso silencio.

Defender principios puede tener costos políticos muy elevados. Lo podría explicar Liz Cheney —hija del exvicepresidente de Estados Unidos, Dick Cheney—, quien ocupa el escaño en la Cámara de Representantes de Wyoming que anteriormente tuvo su padre. Liz ha tenido una trayectoria de voto impecable juzgada por los principios tradicionales del Partido Republicano. Ha sido una férrea defensora de la democracia, como lo eran la mayoría de los republicanos antes del arribo de Donald Trump. Pero como se niega a aceptar las afirmaciones de Trump de que sufrió un fraude electoral en 2020, es objeto de ataques constantes de Trump y sus operadores, que la llevaron a perder la elección primaria republicana del pasado 16 de agosto.

Refrescante

Toda posición puede debatirse. Los tres últimos presidentes de México se han convencido de que la policía federal, hoy llamada Guardia Nacional, debe militarizarse para impedir que se corrompa. Yo coincido con Encinas: pienso que hay que mantener el mandato constitucional y construir una policía limpia y eficaz bajo un mando civil. Pero esto no significa que no debamos escuchar los argumentos para la militarización que en su momento expresaron Calderón y Peña Nieto y que hoy repite López Obrador.

Lo que no podemos aceptar es que los principios se cambien cuando hay un “Señor Presidente” nuevo. Quienes hace cuatro años afirmaban que la militarización llevaría a abusos de los derechos humanos, y hasta a una dictadura, como lo hicieron Epigmenio y Ramírez Cuevas, hoy afirman que es perfectamente aceptable porque el presidente la impulsa. El propio López Obrador se oponía antes a la militarización y hoy considera que es garantía para impedir la corrupción.

En estos tiempos los principios de quienes están en política se cambian con tanta frecuencia como la ropa interior. Por eso es tan refrescante encontrar a un Encinas o a una Cheney que defienden con firmeza sus principios. La política debería ser un arte de convicciones y no de conveniencias.