EL REBOTE

El gobierno ha tomado una serie de medidas destinadas a inhibir o impedir la inversión privada.

Sergio Sarmiento
Columnas
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La economía mexicana tendrá un rebote este año. Parece difícil de creer después de dos años de contracción, pero la experiencia nos dice que después de un desplome muy fuerte la economía suele tener una recuperación natural. Es un simple rebote, pero implica un aumento en la actividad.

En México el rebote de este 2021 está casi asegurado. Buena parte del desplome de 8.5% del año pasado, el peor desde 1932, se debió al cierre forzado de empresas. Si no se permite a la gente trabajar es muy difícil que pueda haber crecimiento. Hoy persisten muchos problemas, pero el simple hecho de que la economía esté abierta permitirá que haya más actividad.

La Secretaría de Hacienda pronosticó en sus Criterios de política económica una expansión de 4.6% en 2021. Quizás otras previsiones no son tan optimistas, pero nadie piensa que México pueda sufrir un tercer año consecutivo de contracción. La última vez que tuvimos dos años seguidos con caídas fue 1982-1983. Incluso después de los desplomes mayúsculos de 1995 y de 2009 hubo rebotes posteriores.

El problema no es 2021 sino el más allá. Una de las razones por las que México ha tenido un modesto crecimiento económico es la falta de inversión productiva. Durante décadas México registró tasas de inversión promedio de solo 22% del PIB, lo que explica el endeble crecimiento de 2% anual. El objetivo era subirlas a 25% para empujar la economía. En vez de elevarse, sin embargo, la inversión fija ha bajado. En el tercer trimestre del año pasado se encontraba en 17.3% del PIB. En China la cifra es superior a 40% y en Corea del Sur a 30%. Esto explica sus mayores tasas de crecimiento.

Desplome

El gobierno de López Obrador ha tomado una serie de medidas destinadas a inhibir o impedir la inversión privada. La primera, antes de tomar el poder, fue la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México en Texcoco. También canceló las subastas de nuevos proyectos de exploración petrolera y las de plantas de electricidad. Se negó a conectar a la red gasoductos ya terminados o a punto de concluirse y renegoció sus contratos. Desmanteló las subastas de medicamentos del sector público. Canceló una mina en Baja California Sur que tenía un manifiesto de impacto ambiental y una nueva planta cervecera en Mexicali construida ya en 70%. Ha negado nuevos permisos para la construcción de plantas privadas de electricidad, incluso de energías limpias. Ahora busca cambiar de manera retroactiva las reglas del sistema eléctrico para favorecer a la Comisión Federal de Electricidad, sin importar que varias empresas privadas han invertido miles de millones de dólares en plantas sobre la base de las leyes que hoy se busca eliminar.

Uno podría entender estas acciones contra la inversión privada si el gobierno hubiera decidido aplicar un esquema soviético y concentrar toda la actividad económica. Pero tampoco ha sido así. En el gobierno del presidente López Obrador la inversión privada cayó de 17.3 a 14.3% del PIB, lo cual es lógico ante las políticas económicas contra las empresas, pero la inversión pública bajó también de 2.9 a 2.5 por ciento.

Más que privilegiar la inversión pública el gobierno deja que se desplome toda la inversión. Esto solo puede tener consecuencias negativas en el futuro. De continuar la tendencia el rebote de 2021 solo abrirá las puertas a una debilidad económica más prolongada.