ESTAMPIDA DE TOROS

“Las reformas de 2007 y 2014 redujeron las libertades políticas”.

Sergio Sarmiento
Columnas
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Si alguna prueba queríamos de lo lamentable que es el sistema electoral de nuestro país basta con echarle un vistazo al sainete en torno de Félix Salgado Macedonio.

Este político, a quien le gusta identificarse como un toro, es un candidato lamentable. Representa una triste ilustración del bajo nivel político de nuestro país. Es increíble que un partido importante, el propio partido de gobierno a nivel federal, postule a un personaje así para el gobierno de un estado como Guerrero, que tanto necesita una buena administración.

No son solo las acusaciones por violación y acoso sexual, que en casi cualquier otro país habrían descarrilado la carrera política del Toro, sino su comportamiento errático y agresivo. Se trata de un hombre impulsivo, primitivo en sus pensamientos y acciones, como un astado. Es verdad que las acusaciones en su contra no resultan hasta ahora en una condena judicial, por lo que no tiene impedimento legal para ser candidato o gobernador, pero su comportamiento ha sido irregular cuando no irracional. Asombra que sus fanfarronadas y abusos no solo no afecten su popularidad sino que lo hagan más conocido y aplaudido. El nuestro es un país en el que el machismo y la bravuconería se admiran.

Los debates sobre Salgado han marcado todo este periodo electoral. Ningún otro personaje ha recibido tanta atención de los medios o las redes sociales. Las propuestas de políticas públicas a nadie le importan. Parecería que el único tema importante es saber si el Toro quedará o no en la boleta.

Laberinto

La atención de la gente en tiempos electorales rara vez se concentra en las propuestas. El escándalo y las bravuconadas llaman más la atención. México no es el único lugar en que esto ocurre, pero preocupa porque la política es un instrumento indispensable para sacar adelante al país.

Hace ya un buen rato que México se ha convertido en territorio de candidatos vulgares e ignorantes. Hemos visto casos como el de Jaime Rodríguez, El Bronco, quien llegó al gobierno de Nuevo León hace seis años. Ahí está también Cuauhtémoc Blanco, con su triunfo en Morelos en 2018. Parecería que uno de los requisitos del éxito político es tener poca inteligencia y mucha cara dura.

Tenemos unas leyes electorales que parecen volver irrelevante cualquier intento de privilegiar las ideas. El que un candidato pueda ser descalificado porque no presentó un informe de gasto de precampaña de 19 mil pesos, y no porque carece de ideas, es prueba de que los trámites burocráticos prevalecen sobre los temas de fondo.

En México se hicieron grandes reformas electorales en 1977, 1990, 1993, 1994 y 1997, las cuales permitieron la alternancia de partidos en el poder, prueba de fuego de cualquier democracia. Las reformas de 2007 y 2014 redujeron las libertades políticas, censuraron las opiniones, saturaron los medios con spots políticos y crearon un laberinto de reglas burocráticas pero no impiden el auge de los candidatos incapacitados para gobernar.

Quizá deberíamos volver la vista a otros países, como Estados Unidos, donde las contiendas electorales son más abiertas y menos limitadas por reglas absurdas. La razón de las elecciones, después de todo, es permitir a los ciudadanos escoger a los mejores como gobernantes y legisladores. Claro que en la Unión Americana el sistema no evitó la aparición de otro bully, Donald Trump. Parece que la estampida de machos vacunos es una realidad internacional.