NORMALIDAD SIN EMPLEO

México está cayendo en una recesión sin precedente desde 1932.

Sergio Sarmiento
Columnas
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La llamada Jornada Nacional de Sana Distancia concluyó el 31 de mayo, pero no hubo nada normal en la nueva normalidad. El número de contagios y de muertes oficiales siguió aumentando todos los días.

En una sola jornada, el 2 de junio, se registraron mil 92 muertes, aunque algunas de fechas anteriores, para rebasar los once mil en lo que va de la pandemia, a pesar de que en México se han hecho muy pocas pruebas, lo que impide clasificar muchos fallecimientos como de Covid. Mientras tanto las industrias de la construcción, minería y fabricación de automóviles empezaron a organizarse para reanudar actividades después de que se les declaró esenciales.

Quizás el cambio más notable de la nueva normalidad fue que el presidente López Obrador, quien literalmente se encontraba como león enjaulado en su encierro en Palacio Nacional, pudo iniciar una prolongada gira por el sudeste del país en una caravana de grandes camionetas y en medio de lluvias torrenciales provocadas por la tormenta Cristóbal.

La nueva normalidad nos trajo también las primeras cifras de ocupación y empleo de la pandemia y resultaron incluso peores de lo que se esperaba. No sabemos si los datos son realmente comparables con los anteriores ya que las encuestas presenciales se reemplazaron por telefónicas debido a la pandemia, pero sabemos que millones de mexicanos han perdido ingresos.

El problema no es la desocupación abierta, aunque esta subió de 3 a 4.7% para afectar a más de dos millones de personas. Peor es la desaparición de doce millones de personas de la Población Económicamente Activa porque sus actividades dejaron de existir. Son doce millones de mexicanos que están en una especie de limbo, esperando por el retorno de unos empleos que quizá nunca vuelvan.

Estragos

La crisis económica afecta más a quienes menos tienen. Entre los trabajadores formales despedidos la mayoría tenían sueldos reducidos. Miles de pequeñas empresas, además, están cerrando. Lo más impresionante, sin embargo, es el desvanecimiento de puestos de trabajo. Esos doce millones que dejaron de estar en las filas de los económicamente activos en abril son desempleados, solo que en el sistema mexicano no se les considera como tales.

México está cayendo en una recesión sin precedente desde 1932, cuando el país fue afectado por la Gran Depresión. La experiencia nos dice que quienes mayor deterioro sufrirán serán los más pobres. No es inusitado. Las recesiones siempre afectan más a quienes menos tienen.

La pandemia es real y sus estragos en la sociedad son enormes. Es muy importante que México siga tomando medidas sanitarias adecuadas para reducir los contagios y los fallecimientos. Pero también es claro que mantener medidas que no necesariamente ayudan a contener la pandemia, pero sí afectan a la economía, es una decisión equivocada. No podemos matar de hambre a los más pobres en un vano esfuerzo por detener una pandemia que los expertos nos dicen no se puede contener.

Los países que mayor éxito han tenido en la lucha contra el Covid no son los que han establecido confinamientos nacionales forzosos, como Italia, España y Francia. Los mayores triunfos se han registrado en naciones de Asia sudoccidental que han aplicado pruebas para aislar a los portadores del virus, pero no a toda la sociedad. Si bien ya hemos perdido mucho tiempo en esta crisis, debemos aprender de las mejores prácticas y no de las peores.