REBELIÓN DE LOS RESTAURANTES

En los establecimientos formales se aplican reglas estrictas de higiene y de distancia.

Sergio Sarmiento
Columnas
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En esta ocasión se rebelaron los restauranteros, término que incluye no solo a los dueños sino también a sus trabajadores. Al grito de “Queremos abrir, no queremos morir”, miles de trabajadores de restaurantes de la Zona Metropolitana del Valle de México protestaron contra los decretos que cerraron sus operaciones desde el 19 de diciembre hasta, primero, el 10 de enero y ahora hasta el 25.

Se entiende. El sector gastronómico es uno de los más afectados no solo por la pandemia sino por los cierres de actividades ordenados por los gobiernos.

El 23 de marzo de 2020 el gobierno federal decretó la Jornada Nacional de Sana Distancia que debía durar en un principio hasta el 19 de abril pero se prolongó hasta el 30 de mayo. Para que los restaurantes pudieran abrir después se les impusieron severas limitaciones, especialmente en aforo, y se les obligó a hacer costosas adecuaciones en sus instalaciones. Por eso consideran injusto que ahora se les obligue a cerrar una vez más y con una fecha de reinicio de actividades que la autoridad mueve a discreción.

Lo peor es que los cierres no funcionan. A pesar de las constantes afirmaciones de las autoridades, y en particular del subsecretario de Salud Hugo López-Gatell, en el sentido de que ya se había “aplanado la curva” y la pandemia estaba “domada”, los números de contagios y fallecimientos no dejan de crecer. Además mientras las autoridades cierran los negocios formales, los informales, que no aplican medidas para evitar contagios, no solo no cierran sino que se multiplican.

Como siempre el gobierno afirma que cierra los negocios por el bien de todos, pero la mayoría de los restaurantes ya están a punto de quebrar. Los dueños no pueden seguir manteniendo sueldos y pagos de alquiler sin ventas. Los trabajadores, a su vez, no pueden seguir recibiendo solo su sueldo básico, sin propinas, que son la parte fundamental de su ingreso, porque esto no les alcanza para vivir.

Daño

La pandemia ha rebasado al gobierno. No hay ya camas de hospital ni respiradores suficientes en la capital y su zona metropolitana. Se entiende la desesperación de los gobiernos pero los confinamientos no detienen la enfermedad. La Jornada Nacional de Sana Distancia fue un periodo de rápido crecimiento de la pandemia en nuestro país.

Las autoridades capitalinas no querían ceder ante los restauranteros para no hacer concesiones también a otros establecimientos a los que han obligado también a cerrar. Aun cuando los pocos estudios que se han hecho (en el extranjero, porque en México las autoridades ni siquiera se molestan en estudiar el tema) revelan que los contagios en comercios son muy pocos, porque en los establecimientos formales se aplican reglas estrictas de higiene y de distancia, los gobiernos insisten en cerrar comercios y restaurantes como si esta fuera una forma racional de actuar contra la enfermedad. El 13 de enero se anunció un acuerdo para permitir la apertura de restaurantes a partir del lunes 18, aunque solo en terrazas y zonas abiertas, lo que hará que la mayoría no pueda operar. El problema no ha desaparecido.

Los confinamientos generan un daño brutal a la sociedad sin detener la pandemia. La gente prefiere salir a trabajar que quedarse a morir en casa. No lo entienden los burócratas, que reciben su quincena laboren o no, pero es una verdad inevitable para quienes necesitan trabajar para vivir.