SABER PERDER

Sergio Sarmiento
Columnas
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Si algo nos demuestran Donald Trump y el asalto al Capitolio en Washington es que un sistema democrático necesita demócratas. Más que las reglas o los procesos, lo importante es que los candidatos y los gobernantes actúen con buena fe y espíritu democrático. Y una parte fundamental de este espíritu es saber reconocer una derrota.

Cada vez es más frecuente que los políticos antidemocráticos escalen los peldaños del poder por el voto popular para después acabar con la democracia. Lo vemos no solo en el caso de Trump, quien llegó a la Casa Blanca pese a reconocer siempre que únicamente reconocería los resultados de las elecciones que ganara, sino de muchos otros gobernantes populistas, como lo fue Hugo Chávez en Venezuela.

Lo curioso del caso, como plantean Steven Levitsky y Daniel Ziblatt en Cómo mueren las democracias, un libro de 2018, es que la propia democratización de los procesos por medio de los cuales los partidos en Estados Unidos escogen a sus candidatos hizo posible que un personaje como Trump pudiera ser postulado por el Partido Republicano y ganar la elección presidencial de 2016.

En los tiempos en que los dirigentes de los partidos escogían a los candidatos mediante acuerdos cupulares era imposible que un personaje de fuera del sistema, sin experiencia en la política o la administración, llegara a ser candidato de uno de los dos grandes partidos. La insistencia de los activistas de la democracia obligó a los partidos a tener elecciones primarias con resultados obligatorios, lo que abrió las puertas a los populistas. Trump no será el último.

Winston Churchill afirmó que “el mejor argumento contra la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante promedio”. Si vemos los resultados de las elecciones estadunidenses del pasado 3 de noviembre nos daremos cuenta de que Trump recibió 74 millones de votos. Este es el segundo mejor resultado para un candidato en la historia del país. Es verdad que Trump fue derrotado por Joe Biden, quien recibió 81 millones, pero dada la trayectoria de Trump sorprende que un país que siempre se ha enorgullecido de su democracia le haya dado este apoyo electoral a un presidente con un carácter claramente antidemocrático y que demostró ser un golpista este pasado 6 de enero.

Característica

Según morningconsult.com 68% de los estadunidenses simpatizantes del Partido Republicano creían en diciembre pasado las afirmaciones de Trump de que había sido víctima de un fraude electoral. Es una cifra extraordinaria para un país con tradición democrática y alto nivel educativo.

Hay quien dice que el problema radica en el sistema electoral de Estados Unidos, con su Colegio Electoral, que quizás haya tenido sentido en el siglo XVIII pero que hoy parece un anacronismo; o en el hecho de que cada estado organiza sus propias elecciones, sin una autoridad central como en México.

Me parece, sin embargo, que esto es falso. No importa qué tan bueno sea un sistema político: Trump mismo se ha quejado de que en su país no hay una credencial de elector como en México, pero en nuestra nación casi todos los resultados electorales son cuestionados por los perdedores.

La verdadera lección es que las democracias necesitan demócratas. Cuando un político no acepta los resultados de una elección, a menos de que la gane, está demostrando su inclinación antidemocrática. Sin un talante democrático es imposible construir o mantener una democracia. Y la característica crucial de un demócrata es que sabe perder.