UN PASO ATRÁS

Sergio Sarmiento
Columnas
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En todo el mundo los sistemas de electricidad enfrentan grandes retos, pero el tema en debate no es la propiedad de las plantas de generación sino la transición a las energías limpias.

Nuestra clase política, sin embargo, está atada a los dogmas ideológicos de los setenta. La secretaria de Gobernación o el propio presidente hablan de recuperar la “rectoría económica del Estado” y toman medidas para evitar la inversión en plantas más eficientes. Les interesa más fortalecer el monopolio que resolver los problemas de fondo del sistema eléctrico.

México produce solo 31% de su energía de fuentes no contaminantes. Según la secretaria de Energía, Rocío Nahle, la generación eólica representa 7.5% del total y la solar 4.3. La única planta nuclear aporta 2% y la geotermia 1.2%. Todas estas suman 15%. La energía hidroeléctrica, con presas construidas hace décadas, sigue teniendo un papel relevante, 16%, pero ya no quedan muchos lugares para colocar nuevas presas. Tampoco los campesinos están dispuestos a seguir siendo desplazados de sus tierras para construirlas.

Manuel Bartlett, director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), afirma que los importantes apagones que sufrió el país en 2019 y 2020 son producto de un exceso de energías renovables. La información, sin embargo, es falsa. Alemania obtuvo en 2020 al menos 46% de su energía de fuentes renovables intermitentes, esto es, sin contar la hidroeléctrica, y no registró un solo apagón nacional. El usuario promedio sufrió doce minutos de apagones en el año, mucho menos que las 4.7 horas de Estados Unidos. En México la CFE no da a conocer la estadística pero estoy seguro de que es muchas veces superior a la de la Unión Americana y no tiene comparación con la de Alemania.

Golpe

Apostar que todo un sistema eléctrico se base en energía solar o eólica es, por supuesto, muy riesgoso. Ni el sol brilla ni el viento sopla todo el tiempo. En este momento la mejor relación precio-limpieza-calidad se da en las plantas de ciclo combinado, que utilizan gas natural y vapor de agua para mover sus turbinas. Encontrar la mezcla adecuada de fuentes de generación es complicado pero se puede hacer con eficacia, como lo han demostrado Alemania y otros países de Europa.

El problema es que al gobierno mexicano no le interesan ni los costos, ni las energías limpias; tampoco una administración eficiente del sistema eléctrico. La contrarreforma a la Ley de la Industria Eléctrica aprobada por la Cámara de Diputados este 24 de febrero, y que pasa ahora al Senado, es un ejemplo claro. Si en el sistema de despacho actual el costo y la limpieza son los dos criterios predominantes para la compra de energía, en el futuro el criterio fundamental será que la generadora sea propiedad de la CFE y no de una empresa privada.

Con las nuevas reglas el sistema eléctrico estará obligado a comprar y despachar primero la electricidad de la CFE, aunque sea más sucia y cara. Esto pondrá fin a la inversión privada en electricidad. Lo peor es que nos condena a sufrir apagones en el futuro, porque la CFE no tiene la capacidad para invertir en las plantas que se requerirían para cubrir las necesidades del país.

Los mexicanos estamos sufriendo un golpe terrible, un paso atrás. La ideología ha podido más que el propósito de dar bienestar a los mexicanos.