Política y terrorismo

Ningún gobierno tiene la capacidad de proteger a absolutamente toda su población.

Terrorismo
Foto: AP
Columnas
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Francia ha reaccionado a los ataques terroristas del 13 de noviembre de manera previsible. El presidente François Hollande ha asumido una posición protagónica y ha aparecido en actos públicos todos los días; ha decretado un estado de emergencia; ha anunciado cambios a la Constitución para mejorar la labor de la policía, y ha bombardeado supuestas posiciones del grupo Estado Islámico en Siria.

La reacción no es muy diferente a la que tuvo George W. Bush luego de los atentados en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001. Bush pidió y obtuvo poderes especiales en materia de seguridad que se cristalizaron en el Patriot Act, incrementó de manera importante los gastos militares y ordenó invasiones a Afganistán y a Irak.

Los dos presidentes entendieron que mostrar una actitud comprometida y agresiva ayuda a elevar la popularidad política tras un ataque terrorista. Tanto Bush como Hollande se encontraban con niveles muy bajos de aprobación, pero tuvieron repuntes inmediatos debido a sus posiciones. Otra cosa muy distinta son las consecuencias de acciones como los bombardeos de Siria o las guerras de Afganistán e Irak. Lejos de ayudar a la paz o a la seguridad, estas medidas han sido contraproducentes al servir de caldo de cultivo para los terroristas.

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, no se ha querido quedar atrás. Si bien todavía no han concluido los peritajes sobre las causas del desplome de un Airbus 321 de la empresa rusa Metrojet en la península del Sinaí, Putin decidió que la hipótesis más probable (y seguramente tiene razón) fue la explosión de una bomba en el interior. Aviones rusos, por lo tanto, han realizado también bombardeos sobre Siria. Pero el objetivo de Rusia es distinto al de Francia: el gobierno galo quiere forzar la renuncia del presidente sirio Bashar al-Assad, mientras que Rusia busca proteger al mandatario de los distintos grupos rebeldes que lo combaten.

Hay buenas razones para pensar que es imposible evitar los actos terroristas que han sido una constante en el campo de la política y de la rebeldía contra ciertos regímenes a lo largo de mucho tiempo. Recordemos, simplemente, que la Primera Guerra Mundial comenzó como consecuencia de un ataque terrorista que mató al archiduque austriaco Francisco Fernando y a su esposa el 28 de junio de 1914.

Hoy la protección que se brinda a gobernantes y políticos de alto nivel es mucho mayor, por lo que es bastante más difícil acabar con la vida de alguno. Pero el resultado ha sido que los actos terroristas se dirigen contra personas inocentes en la vía pública, en transportes o en locales de todo tipo.

Arma

Los ataques contra la población en general son muy difíciles de evitar. Ningún gobierno tiene la capacidad de proteger a absolutamente toda su población. Las labores de inteligencia pueden ayudar a desmantelar a grupos terroristas, pero estos cada vez son más pequeños. Encontramos casos de personas en lo individual que simplemente deciden atacar a otras personas.

Los actos terroristas generan siempre una gran atención y, por supuesto, temor entre la población. Sin embargo, las muertes por atentados terroristas siguen siendo una pequeña fracción de las que se registran por homicidios convencionales o por accidentes. Es más probable que una persona pierda la vida en una caída en el baño que en un atentado terrorista.

Sin embargo, los terroristas saben que su arma principal es el miedo y buscan multiplicar la atención que los medios prestan a cada atentado.

Son publicistas que quieren multiplicar sus acciones, aunque las posibilidades de morir en un atentado terrorista sean en realidad muy bajas.

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