RATIFICACIÓN DE MANDATO

“Dicen que en el amor y en la guerra se vale todo. En política no hay duda”.

Sergio Sarmiento
Columnas
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Al final no fue un ejercicio de revocación de mandato, sino de ratificación. No es lo que decía la ley, la misma Constitución, pero poco o nada importó. El presidente López Obrador demostró una vez más tener el poder para hacer lo que quería con el proceso. Lo convirtió en una plataforma de promoción personal y de fortalecimiento de su movimiento político. Lo hizo también un arma en su campaña para acabar con el INE y el Tribunal Electoral. Ya ha anunciado, de hecho, que una vez terminado el proceso de revocación mandará al Congreso una iniciativa de reforma constitucional para destituir a los actuales consejeros y magistrados y sustituirlos, previo voto popular, con simpatizantes de su movimiento.

Tanto el presidente como algunos de sus operadores políticos han manifestado que la consulta popular es una forma de darle a México una democracia participativa. El propósito, nos dicen, es que en el futuro las elecciones no sean ya la única manera de llegar al poder y manejarlo. El control de masas será otro de los instrumentos indispensables, como lo fue en los tiempos del viejo PRI.

La ratificación de López Obrador nunca estuvo en duda. Nadie, o casi nadie, ha pedido su remoción del cargo de presidente. La Constitución dice que su cargo no es renunciable más que por razones de suma gravedad. La popularidad del mandatario, por otra parte, se ha mantenido en niveles muy altos, entre los más elevados del mundo, a pesar de las dificultades económicas y de seguridad que ha sufrido el país. Gastar tiempo y dinero en un ejercicio de revocación de mandato no parece tener mucho sentido.

Pero lo tiene para López Obrador, un hombre de agudo instinto político. Al presidente no solo le gusta estar en campaña y descalificar constantemente a quienes se oponen a sus designios, sino que está en competencia consigo mismo para construirse un nicho en la historia de México como uno de los grandes próceres: el hombre humilde y honesto que logró la cuarta transformación del país.

Impotencia

Establecer la revocación de mandato tiene un sentido adicional. López Obrador sabe que, bajo las reglas de una democracia representativa, con organizadores y jueces electorales independientes, tarde o temprano regresarán los grupos o partidos liberales al poder. La consulta de revocación, sin embargo, da a los activistas afines al presidente la capacidad de hacerle la vida imposible a cualquier futuro mandatario que quiera cambiar las reformas de López Obrador.

Dicen que en el amor y en la guerra se vale todo. Quizá. En política no hay duda. El presidente está logrando los objetivos que se ha trazado. Su triunfo en la consulta será una ratificación del pueblo. El que no se alcance el mínimo de 40% de participación será culpa de las corruptas autoridades electorales. Genera razones para destituirlas.

El presidente ya demostró la debilidad del INE. De nada han servido las medidas cautelares para que él y los demás miembros de su administración se abstengan de comentar o promover la consulta. Los militantes de Morena saben que ni el INE ni el Tribunal Electoral pueden impedir que los funcionarios hagan lo que quieran, aunque sea en contravención de la ley. Nadie puede evitar que las declaraciones lleguen a todos los rincones del país. Nadie puede demostrar que el dinero de la promoción esté saliendo de las arcas gubernamentales. Más que exhibir la perversión del INE, el proceso ha evidenciado su impotencia ante el poder del gobierno.