Sergio Pérez vive su mejor momento. Una memorable temporada en la que ha tenido el desempeño más sobresaliente de su carrera como piloto, marcando nuevos parámetros para un mexicano en el automovilismo internacional y con la etiqueta de ídolo nacional. La checomanía está en su cúspide.
El piloto tapatío se encuentra desde este año como el mexicano más vencedor de todos los tiempos. Sus cuatro victorias (hasta antes del GP de Brasil), los 25 podios y una pole position dejan muy atrás las marcas de Pedro Rodríguez, quien era el referente para los pilotos nacionales con aspiraciones de llegar a la Fórmula 1.
Casi 50% de esos logros consiguió en esta temporada, en la que llegará a la última carrera con la posibilidad de alcanzar el subcampeonato.
Además, es el primer mexicano que logra un Mundial de Constructores, triunfo logrado con Red Bull y su compañero de equipo, Max Verstappen.
Ya en un análisis de lo que ha sido la presente temporada para Checo, pasó de ser el “ministro de la defensa” a convertirse en una verdadera “leyenda” de las pistas. Su triunfo en la carrera más emblemática de la F1 como es Mónaco y su victoria en las calles de Singapur, en una de las carreras más difíciles de leer en la estrategia, son muestra del nivel que alcanza.
Su designación como ganador del Premio Nacional del Deporte 2022 en la categoría de Deporte Profesional en pleno año mundialista de futbol es otro indicador de que es el deportista mexicano del momento.
Al inicio de la campaña, con un auto sin actualizaciones y estrenando un nuevo chasís en la categoría, el nivel de Pérez y Verstappen fue muy similar. Fue cuando se introdujeron nuevas piezas al RB18 y el neerlandés despuntó rumbo a su segundo campeonato. Los propios directivos de Red Bull admitieron que el desarrollo del auto se realizó en dirección al manejo de Max y no al de Sergio.
Reflectores
La popularidad del mexicano alcanza niveles similares a otras leyendas, como en su tiempo lo fueron Fernando Valenzuela, Hugo Sánchez, Julio César Chávez, Ana Guevara o Lorena Ochoa. Hoy se habla de F1 con la misma familiaridad que se hace sobre futbol o boxeo.
No por algo fueron 395 mil personas las que se reunieron en el Autódromo Hermanos Rodríguez para presenciar el Gran Premio de la Ciudad de México hace un par de semanas. Miles de voces corearon su nombre en cada vuelta y festejaron su segundo podio al hilo en casa. Fueron los mismos aficionados que agotaron las entradas del evento en cuestión de minutos.
La principal virtud de Checo en sus doce temporadas en la máxima categoría del automovilismo ha sido la perseverancia. En varias ocasiones se ha quedado sin contrato para la siguiente temporada, ha tomado decisiones arriesgadas de estar en equipos sin futuros prometedores y en todos esos años nunca dejó de creer que la oportunidad de estar con un equipo grande llegaría.
Cuando Sergio llegó a la F1 en 2011 su objetivo fue muy claro: “Quiero llegar a ser campeón del mundo”. Hoy solo una barrera lo detiene: Verstappen.
El automovilismo mexicano roba reflectores y hay un piloto que lo justifica. La checomanía es una moda sustentada con los resultados de un vencedor.