La gloria olímpica, ser el mejor del mundo, trascender en la historia: ganar lo es todo. Sin embargo, ¿a qué precio? Sí, el cuerpo humano tiene límites. También incluye la salud mental y en los Juegos Olímpicos de Tokio quedó muy claro.
La gimnasta Simone Biles y la tenista Naomi Osaka se convirtieron en referente de los juegos por levantar la voz y exigir un basta a la presión social de trascender a toda costa. Una demanda por priorizar su salud mental antes que su compromiso por ganar una presea.
La afición mundial está ávida de leyendas. De tener a atletas como Usain Bolt, rompiendo las leyes de la resistencia y marcado como el hombre más veloz en la historia de la humanidad; o de un Michael Phelps, con sus 23 medallas de oro, el atleta olímpico que más preseas áureas ha conquistado.
El propio Phelps, el mejor nadador de todos los tiempos, reconoció años después de su retiro que sufrió graves periodos depresivos e incluso tuvo pensamientos suicidas.
Después de colgarse seis oros en Atenas 2004 la proyección de federativos y especialistas dictaminaba que el nadador estadunidense aspiraba a superar ese número de oros en Beijing 2008 y que podía soñar en alcanzar los siete metales áureos que Mark Spitz consiguió en Munich 1972. Sin embargo, no se conformó con igualarlo y decidió buscar un oro más.
Phelps se convirtió en una máquina humana. Su día a día en Beijing consistía en ir a la piscina, ir a comer, dormir, volver a comer, descansar, y de vuelta a la competencia. Diario consumía doce mil calorías, casi el quíntuple que una persona normal. Al final logró el objetivo, pero con un alto costo a nivel mental.
Humanización
Ahora el turno de una flaqueza fue de Biles. Se señaló a la gimnasta como una de las seguras reinas en Tokio. Se esperaba que dominara como en Río 2016, donde se alzó con cuatro oros. Pero el golpe de realidad se dio en la ronda clasificatoria. Se le vio nerviosa, con semblante triste y una infinidad de deficiencias en sus ejecuciones.
Al paso de los días se bajó de la competencia por equipos, después del all around y finalmente de la mayoría de las finales por aparato. Reconoció que su salud mental no estaba bien y que era un riesgo para su integridad competir cuando su mente y cuerpo no conectaban.
Naomi Osaka sorprendió al mundo con su retiro en el pasado Roland Garros, con el argumento de atender su estado mental. También reconoció que sufría periodos de depresión desde que ganó su primer Grand Slam en 2018.
En los Juegos Olímpicos se le vio motivada por encender el pebetero. No obstante, en las canchas del complejo de Ariake, la tenista japonesa volvió a mostrarse desconectada y con la mirada melancólica que la acompañó en los últimos torneos. La eliminaron en tercera ronda, pese a llegar como la segunda sembrada.
Ya sea presión social, necesidad de éxito, miedo al fracaso, exceso de entrenamiento o un poco de todo los deportistas levantan la mano para priorizar su bienestar emocional antes que la gloria olímpica. El cuerpo de los atletas en los juegos de la pandemia exigen humanización.