Sí, en Catar finalmente hubo un cambio de México en las Copas del Mundo: no solo no se llegó al quinto partido sino que esta vez ni siquiera se clasificó al cuarto juego, algo que no sucedía desde hace nueve ediciones disputadas. Simplemente, ¡se tiene al peor seleccionado de los últimos 40 años!
Justificar al equipo dirigido por Gerardo Tata Martino es cegarse a la realidad por la que pasa el deporte más popular del país. Rescatar que jugaron con el corazón ante Arabia Saudita, enaltecer el golazo de Luis Gerardo Chávez, alabar a Memo Ochoa por su quinta Copa del Mundo, aplaudir que este equipo se murió en la raya, simplemente es apelar al conformismo.
Seguir a la Selección Nacional es acostumbrarse a observar dos partidos al mismo tiempo, pidiéndole a uno de los rivales que meta gol para las matemáticas en favor de México; esperar que se alineen las estrellas, que los jugadores salgan a disputar el partido de sus vidas y que en 90 minutos saquen el resultado que no se trabajó en todo un proceso.
De igual manera, presumir ocho Copas del Mundo disputadas de manera consecutiva no es consecuencia de una constancia: es producto de la eliminatoria en una de las zonas futbolísticas más débiles del planeta. Mientras que el reprocharle a un técnico la eliminación es únicamente buscar a un chivo expiatorio en quien descargar frustraciones.
Estancado
La situación real del balompié mexicano es que no hay materia prima (jugadores de primer nivel), ni un proyecto deportivo que dirija a un desarrollo futbolístico y mucho menos interés de los directivos por hacer un cambio.
Hoy Estados Unidos es el grande del área. El único equipo de la Concacaf que pasó a los octavos de final y que este mismo año le ganó tres veces al Tricolor (incluyendo las finales de la Copa de Oro y la Liga de Naciones).
Está claro que el seleccionado es un producto comercial consolidado, capaz de generar que 31.8 millones de personas vean sus partidos en el Mundial (según datos de HR Media), que cerca de 100 mil aficionados nacionales hayan viajado hasta Catar y que se puedan presumir a 20 firmas comerciales asociadas con la Selección Nacional. En tanto que el negocio siga en ascenso, tal parece, no habrá interés en hacer un cambio de raíz.
El Mundial terminó para México, con lo que se inicia un nuevo ciclo mundialista en donde se jugará como anfitrión. Pese a esta situación, el Tricolor no ha empezado ningún proceso, aunque en Oriente Medio representaron al segundo equipo con más promedio de edad.
Con más torneos regionales en el calendario a nivel mundial, las opciones de enfrentarse a equipos de otras confederaciones serán más limitadas. Mucho menos pensar en disputar una Copa América ante el rompimiento con Sudamérica.
Mientras la afición acepte un producto mezquino, los equipos técnicos se conformen con ser comparsa y no trabajen para ser protagonistas, los jugadores aboguen a la comodidad monetaria de la liga local y no arriesguen la salida a países más competitivos, y los directivos sigan pensando en las ganancias a corto plazo y no a inversiones de largo tiempo, el Tricolor seguirá estancado en su cruda realidad: un equipo mediocre que solo alegra los mundiales y que nunca aspirará a ganar una Copa del Mundo.