“LA OTRA AVENTURA: UN ESFUERZO POR ACERCARNOS A LA LECTURA”

Hector González
Cultura
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OMAR TORRES/AFP

Han pasado diez años desde que Rafael Pérez Gay (Ciudad de México, 1957) comenzó La otra aventura, programa que actualmente se transmite los domingos a las 18:30 horas por adn40.

Desde un principio la emisión tiene como vocación divulgar la buena literatura entre el gran público por medio de un tono accesible y vinculado a temas de interés general como son el amor, la vida, la muerte o la enfermedad.

Con la colaboración de Bibiana Camacho, Mauricio García y Alonso Pérez Gay Juárez el escritor extiende junto con Círculo Editorial Azteca y el sello Cal y Arena el proyecto al formato de un libro que respeta el objetivo del serial televisivo.

—¿Cuál ha sido el secreto para cumplir diez años con un programa de divulgación literaria en la televisión abierta?

—La verdad es que no ha sido fácil, sobre todo en un contexto donde la crisis del libro y del estado cultural mexicano alcanzan un deterioro que no recuerdo haber visto. Este libro es desde luego un desprendimiento del programa que hago en televisión con mis colaboradores. Al voltear hacia el pasado me encontré con una gran cantidad de cuartillas escritas entre todos. Nuestro método de trabajo es similar al de una mesa de redacción: nos sentamos y entre los cuatro escogemos los temas. Repartimos bibliografía a fin de concretar una emisión amena en la que contamos historias de escritores, autores y hacemos recomendaciones literarias. El título se lo robamos a un libro de Adolfo Bioy Casares dedicado a autores ingleses, donde dice: “Leer es la otra aventura y probablemente la primera es la vida misma”.

—De alguna manera la celebración obvia por la primera década del programa es un libro, ¿no?

—Tienes razón. Nosotros mismos nos cuestionamos si los guiones podrían ser retrabajados para un libro. Entre los temas que hemos abordado seleccionamos 32. Destacan la locura, el crimen, el terror, las cartas, los sueños, el amor y la familia. Cada uno se aborda a partir de diez libros, de modo que nuestra invitación es para que el espectador/lector se acerque a una decena de volúmenes para tener una visión completa. A final de cuentas el programa y el libro buscan abrir puertas al misterio de la cultura. Creo firmemente que la lectura nos lleva a otros mundos, pero también nosotros llevamos nuestro mundo a ella.

—Hay, supongo, también una especie de memoria intelectual del equipo…

—Desde luego. Hay textos sobre Cioran, Carver, Balzac y pusimos especial atención en autoras clásicas como Simone de Beauvoir, Clarice Lispector, Carson McCullers, Patricia Highsmith o Marguerite Yourcenar. Intentamos ofrecer un volumen con reflexiones de interés general en cualquier página. Coincido con Fernando Savater cuando dice que los escritores profesionales cometimos un error garrafal al dejar a los mercachifles los libros de autosuperación. La verdad es que a todos, desde el momento en que nos levantamos, nos preocupan temas como la vida, la muerte o el amor, la enfermedad o los hijos. De ahí nuestro propósito de hacer una guía y una invitación a la lectura.

—La proliferación de noticias falsas durante la pandemia pone a flote la ausencia de una cultura de divulgación, tanto científica como literaria.

—Divulgar es dar a conocer con rigor; entregar a un público amplio la fibra última del objeto de estudio de quienes han trabajado años. Divulgar implica pasar el conocimiento a un lenguaje accesible para las grandes audiencias. A partir tanto del libro como del programa he descubierto la importancia de transmitirle a la audiencia la certeza de que tiene ante sus ojos una cosa que parece fácil pero que en realidad implica mucho trabajo. Atrás de La otra aventura hay muchos libreros. No es un volumen para dejarlo en el entrepaño: todo el tiempo necesita estar fuera y ser consultado constantemente.

—De hecho el prólogo retoma una frase de García Márquez: “Literatura sin dolor”.

—Cierto, lo tomé de uno de sus artículos extraordinarios de los ochenta. Decía García Márquez: no debemos leer por obligación ni por penitencia. Cuando un libro nos parece insoportable hay que dejarlo para brincar a otro. Siempre habrá una obra esperando por nosotros.

—¿Cuál fue su mayor reencuentro al hacer el libro?

—Guy de Maupassant. A lo largo de los años había olvidado lo bueno que son sus cuentos. Otra cosa que me sucedió durante el proceso de trabajo fue refrendar mi cercanía con autores como Chéjov, uno de mis eternos compañeros. Me parece que el libro se puede resumir como un esfuerzo misceláneo por acercarnos a la lectura.

—¿Por qué a nivel educativo no se ha conseguido vincular a la lectura con el placer y la diversión?

—Desconozco en otros lugares pero en México los programas han fallado porque manejan un canon poco vinculado con los jóvenes. Si a alguien de 18 años le das el Cantar del Mío Cid o dos capítulos de El Quijote lo alejarás de la literatura. Un joven necesita que le hablen de su vida, de sus preocupaciones o desesperaciones interiores. Con el paso del tiempo si eres buen lector Cervantes te encontrará. Los jóvenes deberían empezar por novelas relacionadas con sus problemáticas, como El guardián en el centeno, de Salinger, o con José Agustín. Si es constante más adelante se encontrará con los clásicos.