Carmen Ávila. El vuelo de las grullas. Textofilia.168 pp.
En un año en que el mundo recuerda el 80 aniversario de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, El vuelo de las grullas llega a librerías como una novela breve, pero de largo eco. La escritora Carmen Ávila (Saltillo, 1981) presenta este libro que le valió el XIX Premio Nacional de Novela Ignacio Manuel Altamirano 2024.
La obra es original por sí misma; se instala en un territorio poco explorado por la literatura mexicana: la vida de los hibakusha, los sobrevivientes de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki.
Estética del dolor
La historia nos presenta a Yasushi, un niño que sobrevive a la devastación de Nagasaki y crece con la guerra escrita en su cuerpo: cicatrices visibles e invisibles que lo marcan de por vida y tiene una historia visible ante las nuevas generaciones. La autora lo reescribe desde su infancia en el campo hasta su paso por la secundaria y la universidad, mientras la memoria de la bomba nuclear irrumpe en forma de flashbacks.
Alrededor del personaje principal se despliega su universo: hermana, padres, abuelos, y un amor, Hitomi, que reconfigura el sentido de las grullas de papel, símbolo tradicional de deseo de salud y paz, aquí atravesado por la sombra de la radiación y la pérdida.
Ávila presenta una novela que no solo expone el trauma del personaje de haber visto morir a su familia en la guerra sino que también lleva en su cuerpo todo el estigma social asociado a los hibakusha, esa “casta” de sobrevivientes que, en la realidad, fueron objeto de discriminación laboral y matrimonial por el miedo irracional a la herencia de la radiación.
El libro presenta la belleza y la devastación, ya que la autora incluye la contemplación de los paisajes japoneses y sus rituales cotidianos; una organización social marcada por la disciplina y la contención emocional. Esa delicadeza visual contrasta con las imágenes corporales de la destrucción: la piel quemada, las marcas que no desaparecen, los cuerpos enfermos que recuerdan que la guerra no terminó en 1945 sino que se prolonga durante décadas en quienes sobrevivieron.
Carmen Ávila además de narradora es poeta, lo cual se nota en su capacidad de frasear y construir atmósferas que cual movimiento pendular nos llevan de la desolación a una belleza particular; tan particular, que posiblemente lleve a pausar de pronto la lectura para recrearse en lo que acaba de leer.
Otros títulos de Carmen Ávila son Mercedes del 63 y otros cuentos, La máquina de vivir, Postales del exilio, Terrible extrañeza y Ciudades visibles, entre otros.
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