Catatonia es la productora fundada por el director, actor, guionista, productor y músico Hari Sama: con más de dos décadas de trayectoria, oficinas en Ciudad de México, Los Ángeles y Bogotá, y una estructura que integra cine, publicidad, academia y desarrollo la compañía se ha convertido en una plataforma esencial para el cine de autor contemporáneo.
La casa productora mantiene viva una apuesta por lo introspectivo y lo sensible, y su filosofía es clara: contar historias con alma, aquellas que nacen de una necesidad genuina de expresar lo humano desde la emoción, la memoria y la sombra.
En entrevista con Vértigo Sama dice que “nuestro propósito siempre ha sido acompañar historias que nacen del corazón y que tienen una voz propia”.
Ese espíritu ha llevado a la compañía a consolidarse como un referente dentro del nuevo cine mexicano, articulando proyectos que exploran lo íntimo sin renunciar al riesgo estético ni al compromiso con el espectador.
La carrera de Hari Sama es en sí misma un mapa de resistencia y evolución. Desde su aclamada cinta El sueño de Lú (2011), premiada con el Ariel a Mejor Actriz, hasta Esto no es Berlín (2019), seleccionada en festivales como Sundance, Tribeca y BFI London, Sama ha desarrollado un lenguaje cinematográfico profundamente personal, influido por la música, la filosofía junguiana y la experiencia de la pérdida.
Esa sensibilidad ha permeado el ADN de Catatonia. Para él producir no es solo financiar o supervisar, sino además acompañar el proceso creativo desde su núcleo más íntimo.
Al respecto, afirma: “He aprendido a mirar la sombra. Todo lo que hacemos tiene que ver con ese espíritu junguiano: reconocer la oscuridad, observarla y transformarla en luz”.
Desde esta perspectiva el cine no se concibe como entretenimiento, sino como acto de transfiguración: una forma de entender la belleza incluso en el dolor. “No hay palabras para describir el amanecer, o el otoño, o la música popular en el Mercado de Jamaica. Hay movimientos estéticos que te mantienen vivo y que te dicen que vale la pena estar aquí a pesar del dolor”, asegura.
Historias con corazón
Catatonia no solo ha sido hogar para las películas de Sama, sino también incubadora de nuevas generaciones de cineastas que exploran los márgenes de la identidad, el deseo y la memoria.
Un actor malo, dirigida por Jorge Cuchí, es ejemplo de lo anterior y se posiciona como el más reciente logro de Catatonia. La cinta obtuvo cinco nominaciones a los Premios Ariel 2025, incluyendo las categorías de Mejor Película, Mejor Actriz (Fiona Palomo), Mejor Actor (Alfonso Dosal), Mejor Guion Original (Jorge Cuchí) y Mejor Edición.
Entre los próximos estrenos destaca Lo que sigue es mi muerte, segundo largometraje de la directora nicaragüense Laura Baumeister, quien ya había sido reconocida por La hija de todas las rabias.
Dicho proyecto se encuentra en etapa avanzada de financiamiento, cuenta con Catatonia como productora principal y ha sido seleccionado en espacios de alto prestigio como La Fabrique de Cannes, el Encuentro de Coproducción de Guadalajara y el Foro de Coproducción de San Sebastián 2025.
“Catatonia ha sabido escuchar, empujar y sostener la película en cada etapa, con la sensibilidad y generosidad que los caracteriza”, afirma Baumeister. Su nuevo filme combina realidades sociales duras con elementos de fantasía.
Otro de los proyectos que la productora acompaña es Una muchacha normal, ópera prima de la cineasta mexicana Paula Hopf, programada para iniciar rodaje en el primer semestre de 2026.
La película, un coming of age ambientado en Cuernavaca, explora las relaciones familiares, la juventud y la búsqueda de identidad. “Catatonia fue incubadora y cómplice de mi visión. Aprendí que, siendo mujer directora, lo más valioso es contar con un cuerpo de producción que te sostenga y te cuide”. dice Hopf.
Sama coincide: “Me interesa acompañar a los directores y directoras que tienen una vida interior potente, una necesidad de decir algo verdadero. Cuando siento que esa urgencia está viva, ahí estamos para hacerla posible”.
Además, la productora cuenta con un taller creativo que encabeza Jimena Mancilla, desde el cual se desarrollan nuevas ideas para series y largometrajes. Desde este espacio, explica Sama, “me encantaría que una serie nuestra eventualmente se llegue a producir y tenga luz verde en alguna plataforma con nuestro sello”.
Pese a que algunos proyectos buscan un enfoque más amplio o comercial, Sama insiste en que lo esencial es no perder el corazón. “Tenemos el propósito de llegar a productoras más grandes, que a su vez nos ayuden a llegar a las plataformas, pero que no pierdan esta sensibilidad con la que nos acercamos a las cosas, a los personajes”.
Mientras muchos modelos de producción priorizan la fórmula sobre la emoción, Catatonia insiste en la importancia del alma. Cada proyecto nace del deseo de comprenderse a sí mismo y al otro, de construir puentes entre lo íntimo y lo colectivo.
Sama concluye: “Estamos haciendo cosas por todos lados que tienen que ver con la sombra, con música, con el espíritu de un joven que trata de entender quién es en el mundo. No queremos soltar esa identidad; al contrario, que esa identidad nos vaya definiendo más y más. Que lo que hacemos se vaya conociendo para que seamos de alguna forma un referente de ese tipo de mundo”.
De esta manera, Catatonia reafirma su lugar como motor esencial del cine contemporáneo latinoamericano, un espacio donde el arte no se concibe únicamente como oficio, sino como una forma de resistencia luminosa.