UN VIAJE POÉTICO HACIA EL VALOR: LA NIÑA, LA BARCA Y EL CANARIO

La niña, la barca y el canario
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¿Qué subsiste en un mundo atravesado por las guerras, el hambre, un sinfín de desastres naturales y desolación? A pesar de las circunstancias es necesario aferrarse al pensamiento de que todo mejorará y de esta manera el arte sobresale y permanece como un grito de esperanza para el ser humano. Así lo muestra la conmovedora puesta en escena La niña, la barca y el canario.

Maribel Carrasco, reconocida dramaturga mexicana y especialista en obras infantiles, es la autora de esta pieza teatral que se presenta en el Foro Lucerna. Como director escénico eligió a Mauricio García Lozano, con quien ya trabajó en obras como La verdadera venganza del Gato Boris, que obtuvo el Premio de Dramaturgia de la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil (FILIJ) en 1996.

Por otro lado, el elenco lo conforman Verónica Langer, María Penella y Patricia Loranca. Las productoras son Ana Bracho y Paula Sánchez Navarro (Tercera Llamada), mientras que la producción ejecutiva corre a cargo de Emilio Trasviña. Jerildy Bosch se encarga del vestuario y la música original pertenece a Nicolas García Liberbann.

La niña, la barca y el canario cuenta la historia de una niña huérfana (Loranca) que debe dejar su hogar y cruzar el mar con su canario (Penella). Durante el viaje enfrenta miedos, vive aventuras y descubre que ser valiente no significa dejar de temer, sino seguir adelante a pesar de la tristeza y las circunstancias.

En entrevista con Vértigo, García Lozano dice: “Es una obra difícil, porque empieza en una ciudad en ruinas; la niña escapa de una casa que se está cayendo a pedazos; luego llega a la playa, donde de pronto ve una barca amarrada a la orilla. Decide escapar en ella, porque en la ciudad siguen tronando cosas que no sabes qué son; se hace a la mar y va a la deriva. En medio del mar, con su canario y huérfana, le pasan millones de cosas”.

¿Cómo contar una historia tan trágica? Verónica Langer, quien interpreta a la abuela de la niña, afirma que no es una puesta convencional: “No es una obra común en la que tú te relacionas con el otro, peleas, discutes… Es una pieza a tres voces”.

Además, resalta lo poético del texto escrito por Carrasco: “Las palabras que digo son prácticamente poesía, pero a la vez es una poesía que tiene que ser parte de la vida, no es una declamación sino un decir cotidiano dentro de esa belleza”.

La escenografía también participa de dicha hermosura; deslumbra por su sencillez y se convierte en un poema escénico que toca fibras sensibles. La trama se desarrolla en dos espacios: el primero es el sitio del apocalipsis, de donde parte la historia; el segundo es el plano acuático, donde la niña y su canario navegan en una barca improvisada.

Es en ese mar, simbólico y tangible a la vez, donde los personajes se revelan en matices inusitados e incluso ponen a prueba su vínculo. Bajo un cielo estrellado la escena alcanza momentos de auténtica belleza visual. La escenografía lleva la firma de Jorge Ballina, mientras que Ingrid Sac aporta una iluminación que acompaña con sutileza cada tránsito emocional.

Viaje emocional

Para Langer la obra es tristemente de una actualidad innegable: “Estamos en un mundo que se cae a pedazos y donde hay guerra no en un lugar, sino en muchos lugares, donde hay niños muertos por la guerra, niños expulsados de sus tierras”.

Sin embargo, también asegura que “en medio de este horror de mundo que estamos viviendo hoy, esta es una pequeña vocecita de esperanza y de que vale la pena seguir creyendo en la humanidad, en que el ser humano es capaz de seguir adelante y de ser buena persona”.

Langer conecta con esta historia desde muchos lados: “Para empezar, vengo de una familia de inmigrantes. Yo misma tuve que migrar, dejar mi país cuando era jovencita. Hay muchos lazos en este sentido que a mí me unen a esta historia. Por otro lado, pues soy una abuela reciente, tengo un nieto de dos años. Entonces, ya conozco la alegría de ser abuela y lo que esto implica y puedo conectarme con esta necesidad de protección de la abuela hacia su nieta y hacia su pajarito, su canario”, afirma.

Pero no es necesario vivir en medio de una guerra o tener que dejar el país de nacimiento para resonar con la obra. Además de lo empática que resulta, también habla de la soledad, del miedo, la valentía y la amistad; sentimientos y situaciones que todos hemos vivido en algún momento de la vida.

Acerca de lo anterior, García señala que “es una obra sobre la resiliencia, la supervivencia, la fuerza inconmensurable de la vida, debatir la muerte sobre todo cuando existe la voluntad de hacerlo. Hay algo de expansivo en el mensaje de la obra que, claro, es una trituradora, porque ves a la niña pasar muchas dificultades y sobreponerse a cosas que son muy intensas, sobre todo para un niño”.

Agrega: “La delicadeza y la fragilidad contra el horror son una dialéctica muy importante en la obra, con la intención de transmitir un mensaje de supervivencia y de resiliencia; y creo que por ahí es la cosa”.

En tiempos oscuros, de incertidumbre, angustia y desamparo, La niña, la barca y el canario alumbra el mundo con un rayo de esperanza para no dejarse derrotar, seguir adelante y ser, sobre todo, empáticos con todo lo que sucede a nuestro alrededor.

La niña, la barca y el canario tendrá temporada hasta el 14 de septiembre en el Foro Lucerna de la Ciudad de México. Los horarios varían: viernes 20:30 horas; sábados 19:15 y domingos 18:15 horas. Se recomienda para audiencias mayores a los doce años y los boletos pueden adquirirse a través de internet o directamente en taquilla.

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