Ya será para la próxima. Hacía mucho tiempo que México no acariciaba de manera cercana el Premio Nobel de Literatura. Cristina Rivera Garza nos hizo soñar como la selección en los mundiales: el Pulitzer que obtuvo en 2024 empujó una candidatura que, si lo vemos fríamente, era difícil que llegara a buen puerto. Ni hablar.
Mejor vamos a lo que toca y celebremos el reconocimiento para el húngaro László Krasznahorkai (1954), quien desde hace tiempo ya figuraba de manera discreta entre los posibles ganadores de la presea.
Narrador críptico, crítico, irónico y mordaz, el europeo ha construido una obra amplia y precisa sobre algunos de los rasgos que definen nuestra época. “No soy yo quien tiene que decirles a los periodistas qué escribir, pero les recomendaría mantuvieran el secreto de que todavía existe la literatura; de lo contrario, corremos el riesgo de que la encuentre el capitalismo y se convierta en una mercancía más que pueda comprarse en el supermercado”, declaró en 2024, cuando recibió el Premio Formentor, uno de los varios que ha ganado y entre los cuales también destaca el Man Booker Internacional.
Crítico de su época
El prestigio de Krasznahorkai se remonta a mediados de la década de los ochenta, con su novela Tango satánico, una obra donde nos presenta a Irimiás, un estafador que se hace pasar por un falso profeta a su regreso a una pequeña aldea húngara. A fuerza de engañar a la gente consigue que le entreguen todo su dinero y los convence de mudarse a otro poblado abandonado. No hay que buscarle demasiado: la novela tiene una vigencia abrumadora y alerta sobre la tiranía, el populismo y el engaño, como un hilo con que se teje el presente. El libro, por cierto, fue llevado al cine por Béla Tarr en la película Sántántangó, cuya duración es de ¡siete horas!
Obras posteriores, como Melancolía de la resistencia, Guerra y guerra, y el libro de cuentos Relaciones misericordiosas. Relatos mortales, todas publicadas en español por el sello Acantilado, han ido más o menos por la misma línea.
A partir de historias casi microscópicas, de personas casi comunes y corrientes, Krasznahorkai propone una visión de una época sumida en la sinrazón. “Lamentablemente, ningún libro es capaz de impedir lo que está ocurriendo en Gaza o Ucrania; aunque generemos belleza, los artistas no podemos ayudar a arreglar el mundo, y menos si la maldad y la estupidez humana se alían. No podemos prometer un futuro feliz”, declaró en la ya citada reunión con periodistas en 2024.
Una buena razón para celebrar el Nobel de Literatura 2025 para Láslzó Krasznahorkai es el hecho de que seguramente sus libros ahora tendrán tirajes más amplios y bastantes más lectores, al menos en nuestro idioma. Y tal vez —quien quita— se nos contagie algo de ese humor inteligente que nos alerta sobre el absurdo y el riesgo de no identificar lo que puede suceder cuando la estupidez tiene poder.