En el marco del Año de la Mujer Indígena dos museos del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) impulsan un diálogo institucional a través de dos exposiciones complementarias: Grabadoras de historias: mujeres en la gráfica de los pueblos de México, en el Museo Nacional de la Estampa (Munae); y, Disputar la mirada. Imaginarios visuales de las mujeres indígenas, en el Museo Nacional de Arte (Munal).
Ambas muestras plantean una reconfiguración del papel de los museos, de la historia del arte y de los imaginarios visuales que han dado forma a la nación mexicana cuestionando los estereotipos heredados y abriendo un espacio de debate sobre identidad, género y pertenencia.
Por un lado, el Munae se convierte en un territorio inédito, ya que por primera vez un museo nacional es ocupado en su totalidad por la obra colectiva de mujeres artistas y maestras artesanas de pueblos originarios.
Más de 200 piezas creadas por más de 140 mujeres provenientes de comunidades como la maya, zapoteca, náhuatl, mazateca, mazahua, otomí, purépecha, tseltal, tsotsil, yaqui, totonaca, comcaac y afrodescendiente transforman las salas del recinto en un espacio de autorrepresentación, memoria y resistencia.
La secretaria de Cultura federal, Claudia Curiel de Icaza, definió esta exposición como un hito histórico y como un modelo de los museos que se busca crear en el país: “Esta exposición nos muestra el tipo de museos que queremos seguir construyendo en México: museos que se abren al país y dialogan con talleres comunitarios, casas de cultura y colectivos, y no solo con los circuitos tradicionales del arte”, afirmó durante la inauguración de la muestra.
En este sentido, Grabadoras de historias propone una ruptura con los circuitos tradicionales del arte y coloca en el centro la producción artística de mujeres que durante generaciones han sido depositarias de la memoria, la tradición y la vida comunitaria.
La muestra, curada por las gestoras culturales Mónica Villegas y Rosa Lidia Huaroco, junto con el artista Demián Flores, se articula en cuatro ejes temáticos —Usos y costumbres; Lucha y resistencia; Mitos y naturaleza; y, Cuerpo y territorio— que permiten comprender la diversidad de miradas y problemáticas abordadas por las creadoras.
A través de técnicas que van desde el grabado tradicional (xilografía, linóleo, aguafuerte, aguatinta y monotipo) hasta el bordado, la cerámica, el stencil, el grabado monumental y la instalación, las artistas narran historias de migración, sexualidad, violencia, justicia, trabajo, familia y relación con la naturaleza.
Cada pieza conjuga tradición artesanal y experimentación contemporánea. “En estos trabajos se puede ver el papel tan importante de la mujer como depositaria de la tradición”, señaló Domitila Molina Amarillos, maestra grabadora de la comunidad yaqui, al tiempo que otras artistas subrayaron el carácter colectivo y político del proyecto.
Imaginarios visuales
Si en el Munae la voz es tomada por las creadoras desde el presente, el Munal apuesta por revisar críticamente cinco siglos de representaciones de la mujer indígena en la historia del arte mexicano.
Disputar la mirada. Imaginarios visuales de las mujeres indígenas reúne 148 obras de 84 artistas —entre ellos Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Tina Modotti, Lola Cueto, Olga Costa, Mariana Yampolsky, Nahui Olin y Citlali Fabián— en un recorrido que va desde la época virreinal hasta la contemporaneidad.
La directora del recinto, Mireyda Velázquez, señaló que la exposición es resultado de un amplio trabajo interinstitucional y de una revisión crítica del propio acervo del museo. Curada por las investigadoras Andrea García y Ariadna Solís, la muestra cuestiona la construcción simbólica y visual de la figura de la mujer indígena, evidenciando cómo ha sido asociada históricamente con nociones de territorio, maternidad, trabajo, exotización o alegoría nacional.
El recorrido se organiza en cuatro núcleos temáticos: Reimaginar un origen, que aborda la relación entre mujer y territorio; Engendrar la tierra, centrado en la maternidad y el sentido creador; Bruñir el cuerpo, dedicado al lenguaje visual del rostro, el cabello y la indumentaria; y Reconquistar el fuego, que analiza el trabajo, la producción manual y las alegorías femeninas vinculadas a lo colectivo.
Un aspecto clave de Disputar la mirada es la incorporación de artistas indígenas contemporáneas y el trabajo curatorial realizado en territorio, particularmente en Oaxaca, lo que permite romper con la noción del artista único y reconocer la construcción colectiva de los imaginarios visuales.
Para Ariadna Solís: “La idea de disputar es precisamente cuestionar la mirada que se ha construido históricamente, pero por otro lado está la necesidad de abrir la discusión al conflicto y al debate sobre cómo estamos imaginando a las mujeres indígenas”.
De igual manera, la curadora aseguró que “es una necesidad fundamental en México que se abran estas perspectivas críticas que seguramente van a tocar fibras incómodas en los imaginarios que tenemos al respecto de lo indígena. Sin duda, creo que hay un sentido de justicia visual y de justicia epistémica que sigue siendo necesaria y urgente”.
Vistas en conjunto, las exposiciones del Munae y el Munal trazan un mapa complejo y necesario: por un lado, la autorrepresentación viva y activa de las mujeres indígenas como creadoras contemporáneas; por otro, la revisión crítica de cómo han sido miradas, representadas y simbolizadas a lo largo de la historia del arte.
Grabadoras de historias: mujeres en la gráfica de los pueblos de México permanece abierta hasta abril de 2026 en el Museo Nacional de la Estampa, mientras que Disputar la mirada. Imaginarios visuales de las mujeres indígenas puede visitarse hasta el 5 de julio de 2026 en el Museo Nacional de Arte.
Dos exposiciones con una misma urgencia: que sean las propias mujeres indígenas quienes narren, disputen y graben su lugar en la historia visual de México.

