NIÑAS VENDIDAS: MUJERES RESISTIENDO DESDE EL ARTE

“Estos no son usos y costumbres, sino que constituyen un tipo de violencia”.

Alejandra Moncada
Cultura
NIÑAS VENDIDAS

El martes 13 de febrero el Senado aprobó una reforma que modifica el artículo 2 de la Constitución para prohibir el matrimonio infantil en las comunidades indígenas. Con este cambio, ya no se podrá justificar alguna práctica que vaya contra los derechos de las menores bajo el ejercicio de los usos y costumbres de esas regiones.

En la exposición Niñas vendidas, inaugurada el 2 de marzo en la Casa Universitaria del Libro (Casul), la artista mexicana Eugenia Marcos denuncia la compra de menores con fines como el matrimonio o la explotación sexual y laboral.

La muestra se compone de 14 obras, entre las que se encuentran retratos de niñas, exvotos y pequeños fragmentos literarios que hablan sobre el tema del matrimonio forzado. Estará disponible hasta el 7 de abril y es abierta al público.

Marcos es una artista cuyo trabajo se centra en el grabado, la cerámica y la pintura, donde difunde principalmente elementos de la gastronomía mexicana que destacan a nivel internacional. Sin embargo, durante la pandemia, en los años 2021-2022, participó en el colectivo Voces por ellas, donde se dio cuenta de muchas de las problemáticas que sufren actualmente miles de mujeres.

“Me parece que, con que haya una sola niña que estén vendiendo, es suficiente motivo para ir y frenar esa práctica. En el colectivo pinté mi primer cuadro de una niña en Guerrero que es vendida por muy poco dinero. Pareciera que las niñas valen lo mismo que un animal”, detalló.

Los matrimonios forzados e infantiles constituyen una violación de los derechos humanos, incluyendo la libertad, la educación, la dignidad, el pleno desarrollo de la persona y la capacidad de elección, entre otros. Esta problemática está relacionada con la violencia de género ejercida contra las mujeres, como con la pobreza y la desigualdad social que experimentan las comunidades indígenas y los pueblos originarios.

Según un censo realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), casi 28 mil indígenas adolescentes de entre doce y 17 años se encontraban casadas o unidas en 2020, lo que representaba 7.5% de las adolescentes indígenas en el país.

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), México es el octavo país con mayor índice de matrimonio infantil en el mundo. Los estados donde prevalece esta práctica son Baja California Sur, Tamaulipas, Sinaloa, Oaxaca, Chiapas y Guerrero.

Herramientas

En entrevista con Vértigo, Marcos subraya la importancia de visibilizar esta problemática con el objetivo de concientizar a la sociedad e impulsar acciones para que la prohibición del matrimonio infantil no se quede en un papel.

—¿Cuál es el objetivo principal de tus retratos?

—Llegar a las niñas para que se den cuenta de que lo que viven no es bueno, que no es normal y que no tienen que aceptarlo. Pero claro, ellas tampoco tienen todavía las herramientas. Mi objetivo es que las autoridades se den cuenta de que la omisión que cometen al no llevar información a estas comunidades tiene un costo altísimo, un costo que paga todo México. Yo estoy en contra de la violencia en cualquiera de sus formas de expresión. Incluso mis cuadros por eso no son violentos. No estoy pintando la violencia, estoy tratando de pintar la candidez y la inocencia de mis niñas para tocar el corazón de alguien.

Agrega que “tampoco podemos culpar del todo a los padres, porque esto es lo que ellos conocen. Estas madres que se vuelven vendedoras de las hijas fueron a su vez vendidas; las suegras que tratan y maltratan a sus nueras también fueron vendidas y no conocen otra. Es lo que han vivido durante generaciones: es una cadena que hay que romper. Pero sí se puede, se pueden romper paradigmas, y con educación: no hay de otra”.

—¿Cuál es el proceso de sus pinturas? ¿Se inspira en fotos reales?

—Yo me meto a internet, leo los casos, los testimonios y los interpreto; como artista tengo la libertad de interpretar la realidad. No necesariamente lo saco de fotografías; a veces sí o a veces lo complemento. Siempre cambio el nombre para proteger la identidad de estas niñas. Sin embargo, les invento nombres que están muy de acuerdo con su condición. Por ejemplo, “Dolores Cadenas”. En otros casos les pongo el nombre de “Esperanza” si logran huir, escapar de esa condición. Así, son casos de éxito muy esperanzadores. Pero no todo el mundo tiene la valentía de escapar, ni los medios y herramientas.

—¿Qué retos encontró para realizar las pinturas?

—Quise ponerme en contacto con asociaciones. Me moría de ganas de ir a alguna de estas comunidades. Pero, primero, las carreteras son peligrosísimas; y, dos, entrar a la comunidad es muy difícil si no voy de la mano de alguien que me permita la entrada. Ese ha sido el reto principal. Entonces, no ha sido nada fácil; pero como quiera he logrado sacar 14 cuadros y pienso seguir con ellos, siento que tengo un compromiso con estas niñas. Las llamo “mis niñas”, me he encariñado con ellas. No las conozco, pero siento que alguien tiene que salir a defenderlas, alguien tiene que poner un alto a esta práctica tan violenta y cada quien desde su trinchera. Alguien que esté pendiente de que se cumplan las leyes, porque son recientes, pero ya hay leyes que prohíben los matrimonios de menores. Las leyes se ven muy bonitas, pero yo quisiera ver que alguien las cumpla.

—¿Cómo impacta el arte en la sociedad, según su perspectiva?

—Mira, creo que el arte es inherente al ser humano. Piensa en un niño chiquito, que antes de escribir está pintando las paredes; le das una pluma y pinta la colcha de sus papás. Hay algo inherente en el arte que está en el ser humano. Por lo mismo, siendo tan importante para nosotros, el arte es un arma poderosísima para causar un impacto. Entonces, creo que a través del arte puedes hablar del tema que quieras y vas a tocar un alma. Para mí sería maravilloso conmover a alguien con el arte que produzco.