NO NOS MOVERÁN: MEMORIA Y RESISTENCIA

Quinci
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El pasado 2 de octubre se cumplieron 57 años de la masacre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco. Aquel día estudiantes, profesores, madres, trabajadores y niños fueron acribillados por el Batallón Olimpia, un grupo paramilitar de contrainsurgencia creado con el fin de vigilar, perseguir y llevar a cabo acciones de sabotaje, detenciones y ejecuciones contra el movimiento estudiantil ese año.

Según información de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) el número oficial de decesos en la masacre fue de 30, mientras que en los hospitales se reportaron 53 heridos de gravedad. Al mismo tiempo, se calculó que en el Campo Militar Número Uno hubo dos mil detenidos.

Con el pasar del tiempo, gracias a diversos testimonios y la apertura de archivos y expedientes, el número de cifras cambió: en 2006 el reporte de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado consignó alrededor de 350 muertos.

En este contexto, la ficción cinematográfica vuelve sobre aquel episodio doloroso para explorar las cicatrices no solamente de quienes estuvieron ahí, sino también de las generaciones que cargaron con el silencio, la ausencia y el duelo. El filme No nos moverán, ópera prima de Pierre Saint Martin, se adentra en ese territorio de la historia con un relato profundamente íntimo.

La película, que representará a México en los Premios Óscar y Goya, se llevó este año cuatro estatuillas en los Premios Ariel —Mejor Ópera Prima, Mejor Actriz (Luisa Huertas), Revelación Actoral (José Alberto Patiño) y Mejor Guion Original—. La trama pone la mirada en lo que ocurre después de los hechos, en la resistencia de las familias que sobrevivieron al terror.

Luchas compartidas

A través de una narración que combina resistencia, dolor y ternura, No nos moverán coloca a las mujeres como guardianas de la memoria, algo que atraviesa tanto la ficción como la realidad.

En entrevista con Vértigo, la actriz argentina Agustina Quinci, quien recibió la nominación al Ariel como Mejor Coactuación Femenina por este filme, ahonda en lo anterior: “La búsqueda de justicia suele recaer en las mujeres —sin quitar importancia al dolor que pueda sentir un hombre—, claramente. Vengo del país de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, qué te puedo decir. A estas mujeres les desaparecieron a sus hijos, sus nietos, sus maridos y decidieron salir a la calle en plena dictadura sin importarles nada, todo por conseguir justicia y por recuperar a sus familiares”.

Agrega: “Yo crecí viendo eso: las que salimos a luchar somos las mujeres. Creo que también llevamos adentro la lucha porque no tenemos los derechos dados que tienen ya los hombres, con los que nacen los hombres. Nosotras eso lo tuvimos que conseguir saliendo a la calle, no había otra opción”.

En No nos moverán esa lucha se cristaliza a través del vínculo entre los personajes femeninos: una suegra (Luisa Huerta) y una nuera (Quinci) que, más allá del estigma social, construyen complicidad, cuidado mutuo y fortaleza.

Para Quinci esa fue su motivación favorita: “La escena con Luisa es de mucha intimidad. Dos mujeres que se cuidan mutuamente, que se vuelven cómplices. Se suele difamar ese vínculo, pero aquí se muestra lo positivo, lo luminoso. Hay momentos donde estamos riendo, otros en los que lloramos… es un regalo esa escena”.

Además de dialogar con un momento clave de la historia mexicana, la película también conecta con una memoria latinoamericana marcada por dictaduras, desapariciones y persecuciones.

Quinci reconoce que el guion la llevó a establecer paralelismos inmediatos con su país natal: “Cuando me contaron sobre el 2 de octubre automáticamente hice el paralelismo con Argentina. Allá tuvimos La noche de los lápices, que también fue una persecución y una desaparición de estudiantes. Era el mismo horror: jóvenes acosados por perseguir sus derechos. Creo que sí estamos muy hermanados; y no solamente Argentina, otros países de Latinoamérica también han sufrido dictaduras. Es muy fuerte ahora ver que en mi país ha ganado un partido de derecha… quizá no hemos aprendido nada”.

La fuerza de la cinta está en mostrar cómo esas memorias no son hechos aislados sino hilos que se entrelazan en la historia del continente. La masacre de Tlatelolco es también un recordatorio de lo que significa el autoritarismo, el miedo y la violencia de Estado.

Al preguntarle a Quinci si se siente responsable como actriz al participar en proyectos que rescatan la memoria histórica, responde con humildad: “No sé si tengo una responsabilidad o no. No soy famosa, soy una persona normal que trabaja actuando. Lo que sí hago es dar mi opinión de manera genuina, a partir de lo que viví y cómo me educaron. Elijo tomarlo con el mayor respeto posible”.

La honestidad de su respuesta refleja el tono de la película: no busca grandes proclamas sino la verdad íntima de las pequeñas historias que conforman la memoria colectiva.

Más allá de los reconocimientos, No nos moverán se inscribe en una tradición de cine político y de memoria en América Latina. En momentos en los que resurgen discursos tiránicos y se relativizan los crímenes de Estado, películas como esta se vuelven urgentes. Su aporte es artístico, pero sobre todo social: mantiene viva la discusión sobre lo que significa recordar, exigir justicia y resistir al olvido.

La cinta recupera voces silenciadas y da rostro humano al dolor y a la resiliencia. Al hacerlo, coloca a las mujeres en el lugar que históricamente han ocupado: el de sostener la memoria colectiva, aun cuando la sociedad les niegue derechos, visibilidad o reconocimiento.

En palabras de Agustina Quinci, el verdadero valor de esta obra está en lo íntimo: en las escenas de complicidad entre mujeres, en el cuidado mutuo frente a la adversidad, en la construcción de memorias compartidas que se transmiten de generación en generación. Porque la memoria no es solo un acto del pasado sino una herramienta para el presente y el futuro.

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