Una gran variedad de recintos alrededor del mundo exhiben piezas de nuestro país. El Penacho de Moctezuma, por ejemplo, es la pieza principal del Museo Etnográfico de Viena, en Austria, como parte de la colección del emperador Maximiliano I. Por otro lado, en la Biblioteca Pública de Nueva York se encuentra el Nican Mopohua, un texto religioso del siglo XVI que relata las apariciones de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego en 1531.
Sin embargo, el museo extranjero que posee la mayor cantidad de objetos mexicanos es el Museo Británico, en Londres. Su vasta colección de artículos precolombinos incluye artefactos aztecas, mayas, zapotecas y olmecas, entre otros, que datan del año 1200 aC hasta la caída de Tenochtitlan en 1521. Dentro de las piezas más destacadas se encuentran la serpiente de dos cabezas de mosaico de turquesa, máscaras rituales y objetos de ornamento.
Se cree que la serpiente de dos cabezas representa a la deidad Quetzalcóatl, figura central en la mitología azteca. La serpiente simboliza el poder de los dioses y su conexión con el mundo terrenal. Esta pieza data del siglo XV y se cree que fue utilizada en ceremonias religiosas. De hecho, la serpiente de dos cabezas forma parte del catálogo de las 100 piezas más valiosas de la colección del Museo Británico y es considerada una obra maestra del arte prehispánico.
Otro de los preciados objetos que se erigen en la sala dedicada a México es una máscara que se cree representa al dios Tezcatlipoca: se trata de un cráneo humano cubierto con mosaico de turquesa y lignito, cuya cavidad nasal está revestida por una concha de ostra de color rojo. Los ojos, por otra parte, están hechos de pirita, que simbolizan los espejos y representan el concepto de “ver más allá” o la capacidad de la adivinación, cualidades atribuidas a Tezcatlipoca.
Igualmente destaca la Diosa huasteca, una escultura de piedra que representa a una deidad femenina, posiblemente vinculada con la fertilidad o la tierra, dos conceptos importantes en las culturas mesoamericanas. Tiene una postura erguida, con los brazos pegados al cuerpo y rasgos faciales estilizados, típicos del arte de dicha región.
Se desconoce la cantidad exacta de piezas mexicanas que se encuentran en el Museo Británico, pero se estima que el recinto posee más de 800 objetos relacionados con las culturas precolombinas de nuestro país.

Aunque la manera en la que llegaron a su actual destino es generalmente incierta, se sabe que algunas fueron donadas durante el siglo XIX por coleccionistas extranjeros que a su paso por México las compraron.
Exploradores, arqueólogos y coleccionistas británicos fueron responsables de adquirir o extraer muchos de estos artículos, a menudo bajo circunstancias que hoy serían catalogadas como expolio. También, tras la caída del Imperio Azteca en el siglo XVI, los colonizadores españoles comenzaron a enviar artefactos a Europa, fascinados por la riqueza cultural de los pueblos mesoamericanos. Con el tiempo, muchos de estos artefactos fueron vendidos o donados a museos europeos, incluido el Británico.
Uno de los principales responsables de la llegada de estas piezas a Londres fue Henry Christy, un coleccionista británico que recorrió América Latina en busca de artefactos precolombinos.
Christy, como muchos de sus contemporáneos, consideraba que estos objetos debían ser preservados en museos europeos, pues creían que las naciones colonizadas no tenían los medios para cuidar adecuadamente su patrimonio cultural. Esta visión eurocentrista fue la que facilitó que muchas piezas mexicanas fueran retiradas de su contexto original.
Controversia
La presencia de estas piezas mexicanas en el Museo Británico no ha estado exenta de discusión. En años recientes México intensificó los esfuerzos por recuperar su patrimonio cultural, siguiendo los pasos de otros países que buscan repatriar artefactos saqueados durante la era colonial.
De hecho, desde 2018 se han recuperado más de seis mil piezas que estaban dispersas en museos y colecciones privadas alrededor del mundo.
Recientemente un total de 32 piezas arqueológicas fueron restituidas a nuestro país, siendo entregadas voluntariamente por una ciudadana estadunidense. Este tipo de acciones aumenta y diversas instituciones, como el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), son responsables de llevar a cabo las repatriaciones con seguridad.
Uno de los argumentos principales de quienes apoyan la repatriación es que estos objetos pierden gran parte de su significado cultural cuando se sacan de su contexto original. Por ejemplo, algunas máscaras precolombinas que se cree estaban asociadas con rituales funerarios son tratadas como simples objetos decorativos cuando se exhiben en museos occidentales.
Sin embargo, muchos museos internacionales, incluido el Británico, han sido reacios a devolver sus colecciones, explicando que actúan como guardianes de la historia universal. El recinto británico argumenta que su misión es educar al público y preservar la historia de las civilizaciones. No obstante, el debate sobre la legitimidad de poseer piezas culturales extranjeras en museos europeos continúa.
El futuro de las piezas mexicanas en el Museo Británico está ligado a este debate global sobre la propiedad y conservación del patrimonio cultural. A medida que crece la presión para repatriar artefactos históricos, tanto el público como las instituciones museísticas deberán reconsiderar el papel que juegan en la preservación y el respeto hacia las culturas que originalmente crearon estos tesoros.

